miércoles, 17 de febrero de 2010

CONVIERTETE Y CREE EN EL EVANGELIO

Hoy comenzamos la Cuaresma, nos preparamos durante estos días para la celebración de los misterios de la Muerte y Resurrección de Jesucristo en la Semana Santa. Muchos católicos asistimos hoy a Misa (aunque no es obligación hacerlo) y recibimos la ceniza en la cabeza; asimismo, ayunamos y nos abstenemos de comer carne.
Todas estas prácticas son buenas y válidas siempre y cuando sean la expresión sincera de nuestro deseo de conversión: la ceniza es un símbolo de que nos humillamos delante de Dios (como lo hacían los judíos antiguamente), hacemos ayuno y abstinencia para dominar nuestras pasiones y ofrecerle un sacrificio al Señor. Pero insisto, si solo son una costumbre que hacemos porque está mandado, nos quedamos en un rito vacío, que no nos dice nada. La ceniza, el ayuno y la abstinencia sin Cristo, sin deseo de conversión, no nos sirven de nada.
Esta mañana, en una conversación con unos amigos, el P. Enrique Rodríguez, S.J. nos decía que somos pecadores, pero que por el Bautismo tenemos la santidad de Cristo. Esta es la realidad de los cristianos: nos incorporamos a Cristo en el Bautismo, pero en este caminar tenemos nuestros tropiezos y por ello necesitamos convertirnos constantemente y pedir perdón a Dios por nuestros pecados.
Lamentablemente muchos han perdido la conciencia del pecado: ya no se reconocen pecadores, justifican sus errores de muchas maneras, y no ven en el mal que hacen una ofensa a Dios: la soberbia ha cegado sus ojos. Es preciso volver al Evangelio y dejarnos cuestionar por las palabras y los gestos de Jesús, es necesario mirar al Crucificado para comprender como el pecado da muerte al Hijo de Dios. Hace falta abrir los oidos del corazón para oir a Cristo que habla de muchas maneras, y humildad para reconocer que, pese a que tenemos la santidad de Crtisto por el Bautismo, todavía no hemos llegado a la meta.
Por eso hoy, mientras participaba de la Misa de este Miércoles de Ceniza, me preguntaba: ¿de qué me tengo que convertir? ¿cuáles son aquellas debilidades y faltas que me alejan de Dios y de mis hermanos? ¿cuáles son los pecados que más me cuesta enmendar? Al ayunar y hacer abstienencia podemos preguntarnos ¿qué pasiones y vicios debo aprender a refrenar? ¿qué actitudes, conductas y hábitos debo disciplinar?
Reconozcamos con humildad nuestras debilidades. Somos humanos y débiles y necesitamos de Dios, porque solos no podemos. Que la ceniza, el ayuno y la abstienncia de hoy nos ayuden a reconocernos pecadores y a volver nuestros ojos a Cristo que nos espera.