lunes, 24 de mayo de 2010

LA IGLESIA QUE AMO


Durante mis Ejercicios Espirituales del año 2008 recibí este texto de Juan Arias, tomado de "El Dios en quien no creo", a propósito del tema de "Sentir con la Iglesia". Quiero compartirlo con ustedes a propósito de la celebración del Domingo de Pentecostés que tuvimos ayer.

La Iglesia que yo amo es así:
La que en vez de decir: "Deben obedecerme", dice mas bien: "debemos obedecer todos al Creador";
La que está convencida y lo demuestra que el puerto es Cristo y que ella es sólo el faro que señala: el puerto está allí;
La que cree que el Espíritu está mas realmente presente en un solo hombre que ama que en todas sus organizaciones y estructuras;
La que prefiere ser sembradora de esperanzas que espigas de miedo;
La que prefiere tener siempre sus puertas abiertas, aunque pueda colársele algún intruso, por miedo a que pase de largo un solo mensajero del Espíritu que venga enriquecerla;
La que me dice honradamente, sin soberbia: "somos un pueblo en camino, hacia una meta común y necesitamos ir cogidos de la mano, beber en la misma fuente y tantear los mismos peligros":
La que cuando me equivoco me ayuda a enderezar el camino en vez de empujarme a abandonarlo definitivamente;
La que demuestra al mundo que se puede conciliar el máximo de libertad humana con la obediencia al Creador;
La que tenga tal instinto para el amor que sepa descubrirlo incluso donde nadie lo advierte;
La que me asegura que seré más cristiano cuanto más busque, mas pruebe, más profundice, más descubra aunque pueda equivocarme;
La que escucha con más seriedad y con mayor esperanza la voz de los pobres y de los débiles que la de los ricos y poderosos, porque sabe que son más libres, menos comprometidos, más abiertos al Dios que llama siempre;
La que tiene más vocación de defensora de cualquier derecho humano que de protectora de privilegios propios o ajenos;
La que cree en Cristo más que en los bancos y en la diplomacia;
La que acaba venciendo no con el poder, sino con la fuerza misteriosa y santa de su "debilidad";
La que ofrece el mismo margen de libertad y de confianza los que creen en ella que a sus adversarios;
La que escucha con igual atención la crítica de los de dentro que de las de fuera;
La que no se conforma con no ser rica sino que ama ser pobre y lo es;
La que ante cada nuevo problema que me presenta la vida sabe darme no "su" respuesta, sino la de Cristo, y en caso de ignorarla me llama a colaborar en ella en una búsqueda común;
La que me habla más de Dios que del diablo, del cielo que del infierno, de la belleza que del pecado, de la libertad que de la obediencia, de la esperanza que de la autoridad, del amor que de la inmoralidad, de Cristo que de ella misma, del mundo que de los ángeles, del hambre de los pobres que de la colaboración con los ricos, del bien que del mal, de lo que me está permitido que de lo que me está prohibido, de lo que aún está abierto a la búsqueda que de lo ya conquistado, del hoy que del ayer;
La que sabe ser maestra y discípula al mismo tiempo;
La que no tiene otra moral que la supremacía del amor en todo;
La que me ofrece un Dios tan semejante a mí que puedo jugar con Él, y tan distinto que puedo encontrar en Él lo que ni puedo soñar;
La que es más madre que reina, más abogada que jueza, más maestra que policía;
La que tiene el fongón siempre encendido para todos los fríos y todas las soledades; el pan caliente preparado para todas las hambres y la puerta abierta, la luz encendida y la cama hecha para cuantos van de camino, cansados, en busca de una verdad y de un amor que aún no han encontrado.
A otros podrá gustarles la Iglesia con otra cara. Yo a la Iglesia la amo así, porque es de este modo como mejor me asegura la presencia viva de Cristo, el Cristo amigo de la vida, el que vino no a juzgar, sino a salvar cuanto estaba perdido.
Y permítanme añadir que este rostro de la Iglesia no va en contra ni de la liturgia, ni la jerarquía, ni el dogma; tampoco condesciende con el pecado o el relativismo; ni es signo de anarquía. Una Iglesia con este rostro sería tan humana y tan divina como Jesús sonriendo y abriendo sus brazos para perdonar, salvar y acoger a la humanidad. El Jesús en quien yo creo.

domingo, 9 de mayo de 2010

MADRE MIA

Esta canción cuya letra es de Óscar Corcuera (no se quien es el autor de la música), la aprendí en el Colegio "Hipólito Unanue" en Mayo de 1982, estando en 1º de secundaria. Recuerdo que nuestro profesor de música, don Lorenzo Humberto Sotomayor nos la enseñó e hizo un "casting" en el que no resulté clasificado, pero igual me "colé" en el coro y la entonamos en la actuación del "Día de la Madre" ese año, acompañados por el Profesor Sotomayor en el piano. Se que otras promociones cantaron la misma canción en otros años, pero desde que terminé el colegio en 1986 no la volví a escuchar.
20 años después, el 2006, enseñé esta canción a los niños de 4º de Primaria del Colegio "Hno. Anselmo María" de Breña, y el 2007 a los niños de 6º grado del mismo colegio. Gracias a Dios no solo recordaba la letra y la música de la canción, sino también la introducción que el Profesor Sotomayor hacía con el piano.
El Domingo pasado la canté con los Acólitos Menores de la Parroquia de Nuestra Señora de los Desamparados (uno de los cuales cantó conmigo en el 2006 en el "Anselmo"). La ensayamos contra el tiempo. Espero que les guste, y que mi profesor, don Lorenzo Humberto Sotomayor, me perdone desde el cielo por no haberlo cantado tan bien como él nos la enseñó.

Como el ave en la enramada
a su madre canta, trina, pía, pía.

Así gozo, salto y canto
y me ufano de ser tu hijo, madre mía.

A tu lado, en este día,
bato palmas y rebalso de alegría.

Cuanto encanto, cuanta dicha,
a tus plantas tenme siempre madre mía.


¡FELIZ DIA DE LA MADRE!

sábado, 8 de mayo de 2010

MADRE Y PATRONA DE ESTA PARROQUIA

Hoy, sábado anterior al segundo Domingo de Mayo se celebra, en Valencia, España, la Solemnidad de Nuestra Señora de los Desamparados. Allí nació esta devoción en el siglo XIV, cuando, gracias a la iniciativa del P. Jofré, Mercedario, se establece un hospital para enfermos mentales que se puso bajo la protección de la Virgen de los Santos Inocentes y Desamparados; y se estableció una cofradía que daba sepultura a los que habían muerto en estado de abandono, poniendo sobre la tapa del ataúd la imagen de la Virgen yacente (de ahí que en la imagen original aparezca con la cabeza ligeramente doblada hacia adelante), que ponían de pie para las reuniones de la cofradía. La imagen lleva un niño Jesús con la cruz en la mano izquierda y en la derecha una azucena como símbolo de la pureza de la Virgen.

Esta advocación llegó a Lima en la época de la colonia. En 1629, un valenciano, Bartolomé Calafe, queriendo recordar a la patrona de su pueblo, pidió al Cabildo de Lima que le concediera el terreno de la plazuela que estaba a la entrada del puente de piedra, (en lo que hoy es el jardín del Palacio de Gobierno), para construir una ermita a la Virgen de los Desamparados. Allí se levantó una capilla muy pobre en la cual había un altar al fondo, unas gradas de adobe y un cuadro de lienzo de la Virgen de los Desamparados. En 1636 se organiza en este lugar una Cofradía destinada a enterrar a los muertos ajusticiados.

Muerto Bartolomé Calafe en 1653, su hija Ursula cedió el dominio de la capilla a la Compañía de Jesús. En 1658 el P. Francisco del Castillo, jesuita limeño, tomó posesión de la Capilla y comenzó la construcción de una iglesia. El P. Del Castillo tuvo la idea de cambiar el cuadro de Nuestra Señora de los Desamparados por una imagen de bulto. Es así que, al ver en el oratorio de doña Ursula Calafe una imagen de la Virgen del Pilar le pareció que ésta podía ser adaptada a nueva advocación, para lo cual la llevó al escultor Tomás de la Parra, quien hizo la adaptación "con tanta perfección y hermosura que parecía que los Ángeles la habían hecho". Esta es la imagen que hasta hoy se venera en el Templo de Nuestra Señora de los Desamparados en Breña. La imagen fue llevada a la iglesia de San Pablo (hoy San Pedro) hasta que fue trasladada solemnemente a su templo el 17 de diciembre de 1660. El día de su traslado el platero Diego Asencio recibió el favor de Nuestra Señora de recobrar poco a poco la vista, por lo que en agradecimiento le labró un cetro de oro y brillantes.

En esta iglesia el P. Del Castillo ejercitaba su apostolado con los desamparados de Lima: los esclavos negros a quienes dedicaba su tiempo para administrarles los sacramentos. Aquí también nació la práctica de la Meditación de las Siete Palabras de Cristo en la Cruz, en aquel entonces el P. Del Castillo proponía la meditación de estas palabras el Viernes Santo ante la imagen del Santo Cristo de la Agonía que se venera en nuestro Templo Parroquial de Breña (entrando a la mano izquierda). Esta meditación posteriormente se convirtió en el tradicional "Sermón de las tres horas" ejercicio piadoso que fue extendido por el P. Alonso Messía, S.J.

Un gran devoto de Nuestra Señora de los Desamparados fue don Pedro Fernández de Castro, Conde de Lemos, XIX Virrey del Perú, de quien cuentan sus biógrafos era un hombre muy piadoso, su confesor era el P. Del Castillo, y se dice que barría el templo y hasta tocaba el órgano en las misas. Ante la necesidad de tener una iglesia más grande para acoger a los devotos, se inició la construcción de un nuevo templo en 1669, colocándose en la primera piedra un cofrecito con las imágenes de Nuestra Señora de los Desamparados y de San José, que sería el nombre que llevaría en adelante. Con la ayuda del Conde de Lemos (quien seleccionaba los materiales de construcción, visitaba diariamente la obra y hasta trabajaba como albañil) se inauguró el templo el 30 de Enero de 1672. El P. Del Castillo murió en Lima el 11 de Abril de 1673 y su cuerpo está enterrado en la iglesia de San Pedro, junto a la cruz del Baratillo.

El templo fue destruido en el siglo XIX por un terremoto, por lo que fue necesario edificar uno nuevo que fue inaugurado el 9 de Mayo de 1897.

Ante el deseo del gobierno peruano de ampliar los jardines del Palacio de Gobierno, se procedió a demoler el Templo y, en compensación, se construyó el actual templo que está en la cuadra 12 de la Av. Venezuela, colocándose la primera piedra el 16 de Abril de 1940 e inaugurándose el 1 de Enero de 1945.

Antes de la inauguración del templo la población de Chacra Colorada asistía a Misa en la capilla de la Sagrada Familia, que estaba ubicada en la esquina de los jirones Morona y Pariacoto, en lo que hoy es una losa deportiva. Esta capilla era dependiente de la Parroquia de Santo Toribio, de la Av. La Colmena, y atendida por la Comunidad Jesuita del Colegio de la Inmaculada.

Al inaugurarse la nueva iglesia en 1945, se nombró al P. José Vicente, S.J., como primer Párroco, procediendo a organizar la Parroquia, cuya jurisdicción llegaba entonces hasta los límites con el Callao. En 1952 se inauguró el Colegio Parroquial de Nuestra Señora de los Desamparados (hoy "San Francisco Javier").

La Parroquia de Nuestra Señora de los Desamparados fue dirigida por la Compañía de Jesús desde 1945 hasta el 2008, y desde el 24 de Enero del 2008 está a cargo de los sacerdotes diocesanos. Desde 1948 hasta el 2008 colaboraron en la pastoral las Religiosas Misioneras Parroquiales del Niño Jesús de Praga; y desde la década de 1950 hasta 1985 las Religiosas Apostólicas del Sagrado Corazón de Jesús (conocidas como "Damas Apostólicas"), en la ayuda social y la atención del Hogar Apostólico (hoy Centro Loyola) ubicado en el Jr. Fulgencio Valdez. Las Religiosas Siervas de San José se hicieron cargo de la sección femenina del Colegio Parroquial de Desamparados en 1964, del cual surgió el Colegio "Patrocinio de San José" en 1964.

Junto con los sacerdotes y religiosas han colaborado (y colaboran actualmente) muchos laicos en las diversas actividades pastorales de la parroquia: catequesis, liturgia, servicios de oració, ayuda social, entre otras. Todos ellos, bajo el Amparo de María y de san José, trabajan por Cristo y la Iglesia en Breña.