miércoles, 25 de marzo de 2020

REFLEXIONES EN TIEMPO DE CUARENTENA

Hace algún tiempo pensaba que debería existir un "día de vagancia nacional", un día en el que no tengamos que hacer nada: ni estudiar, ni trabajar, ni hacer compras, si hubiera que ir a Misa que sea muy temprano para poder dedicarnos todo el día simplemente a descansar y a relajarnos, a "gozar de la vida"... Y ese día llegó pero multiplicado por quince (al menos por ahora), y no para todos, pues mientras la gran mayoría de la población debe estar en sus casas cuidándose del COVID 19, hay muchos compatriotas que están en primera fila en la lucha contra esta pandemia: profesionales de la salud, personal de limpieza de los hospitales, policías, fuerzas armadas, comerciantes de alimentos...
No hemos estado preparados para estos días de cuarentena: en los días previos yo estaba acompañando a un grupo de jóvenes del CAPU (Centro de Asesoría Pastoral Universitaria de la PUCP) en sus misiones largas en San Juan de Lurigancho, y ya comenzaba a recibir mensajes de que se acercaban tiempos difíciles por el coronavirus por lo que había que tomar precauciones; (sin pensarlo, aquellos dos días de salida me sirvieron como un "pequeño campamento" donde tuve la oportunidad de hacer muy buenos amigos, trepar cerros -el problema fue bajarlos- y escuchar sus testimonios... del cual volví muy agradecido, pero de eso hablaré en otro momento). Por otro lado, como ustedes saben soy Hermano Oblato de Nuestra Señora de la Soledad y nos preparábamos para la Clausura del Año Jubilar por el IV Centenario de la hechura del Santísimo Cristo del Descendimiento con una procesión y Misa Solemne en la Catedral de Lima, así como para la celebración de la Semana Santa (que en la iglesia de la Soledad se celebra con mucha intensidad); y de pronto se declaró el Estado de Emergencia, se pusieron restricciones a la asistencia a las Misas, se suprimieron las reuniones y procesiones, se anunció que se suprimen las procesiones y peregrinaciones de Semana Santa, y el domingo 15 se decreta el aislamiento social... Y siento como si hubiéramos venido manejando un vehículo a velocidad y nos hubiéramos estrellado contra la pared: de un momento a otro todo está paralizado, sin poder salir, en algunos casos sin saber que hacer en una casa en la cual por la estrechez uno se aburre fácilmente, para mucha gente que vive del "día a día" el golpe ha sido mas fuerte, ayer conversaba con un joven cuyo padre es pintor "¿qué vamos a hacer sin el subsidio de S/. 380.00 soles no nos ha tocado?"
Esta situación se parece mucho a la de un paciente que ha sido sometido a una operación muy difícil y la pregunta que se hace la familia es "¿cómo quedará?"; y es que hay muchas cosas inciertas: algunos dicen que el mundo no será igual que antes, que habrá que inventar nuevas formas de relacionarnos para evitar rebrotes; no sabemos si esta cuarentena se extenderá, cuando volveremos a trabajar, que pasará con la economía, con los estudios escolares y universitarios, con las actividades de la Iglesia, no sabemos cuando volveremos a ir a Misa, ni siquiera cuando podremos volver a confesarnos... Y que pasará con los que son trabajadores independientes, comerciantes, ambulantes, personas que prestan servicios... ¿Y los compromisos y actividades programadas? La verdad no lo sabemos.
Hoy solo nos queda colaborar quedándonos en casa; es difícil. Para muchos será motivo de descanso, de reencuentro familiar, de poner en orden muchas cosas; habrá quienes se mantendrán unidos a través de las redes sociales; para otros será tener un "arresto domiciliario": niños que necesitan jugar y que sus hogares son pequeños; en las familias que tienen que ingeniarse la manera de poder tener algo que comer, porque ni siquiera pueden salir a pedir ayuda.
Para los que tenemos fe es tiempo fuerte, que coincide con la cuaresma que nos obliga a hacer penitencia, de hecho esta situación es una penitencia mas fuerte que el ayuno y la abstinencia que observamos en estos días. Sin embargo me consuela ver como la Iglesia sale al frente: sacerdotes, religiosos y laicos al pie del cañón, algunos en los hospitales y otro llevando el Evangelio transmitiendo las misas por Internet; una Iglesia que vive y da testimonio de su fe, una fe que no se apaga, una fe que sigue dando vida.
"Dios dispone de todo para bien de los que le aman" (Romanos 8). siempre he repetido esta frase y lo hago con fe, aun en medio de esta incertidumbre de no saber que pasará; pero la fe me mueve a creer en Dios que ama a la humanidad, que en medio de esta pandemia que nos ha sorprendido a todos, Él sacará un bien para todos sus hijos y para la humanidad. 
"Tengo esperanza en la humanidad. Vamos a salir mejores", (Papa Francisco). Que así sea.