jueves, 12 de marzo de 2009

HAN LLEGADO LOS DIAS DE PENITENCIA


"Han llegado los días de penitencia:
expiemos nuestros pecados y salvaremos nuestras almas"

(Liturgia de las Horas de Cuaresma).

Tenía pendiente escribir este artículo desde el 25 de Febrero, en que celebrábamos el Miércoles de ceniza, comienzo del Tiempo de Cuaresma en el que nos preparamos para celebrar la Pascua. En este día la Iglesia nos invita, con el rito de la imposición de la ceniza, al arrepentimiento y a la conversión, y nos manda a ayunar y a abstenernos de carne como signo de penitencia.
Sin embargo, este día de penitencia pasa desapercibido para muchos católicos en nuestro medio: el hecho de que se trate de un día laborable en el que hay que ir a trabajar no permite a muchos tener tiempo para ir a Misa y recibir la ceniza, y menos para andarse preocupando en ayunar o hacer abstinencia, a lo cual hay que añadir que la supresión del carnaval (que se celebraba los tres días antes del Miércoles de Ceniza), y su traslado a los domingos de febrero, hace que, fuera de los que asisten a Misa los domingos o tengan un calendario litúrgico, no sepan que día cae en el año en curso.
Por otro lado, las practicas penitenciales del ayuno y la abstinencia (mandadas también el Viernes Santo) muchas veces se quedan en el aspecto externo. Tanto a un sacerdote en su homilía, como a un periodista haciendo un reportaje de los campamentos de Semana Santa les he oido decir con insistencia: "Hoy no se come carne", y eso está bien, pero pareciera que lo más importante es cumplir con la práctica y nada mas. Es más, me cuestiona muchísimo el hecho que el Viernes Santo no se coma carne, pero se coma bacalao, pescado que para esos días se convierte, por su precio elevado, en alimento de lujo, cuyo consumo desvirtúa el sentido de la penitencia.
¿Cuál es el sentido de la penitencia cuaresmal?
Ante todo VOLVER A DIOS, poner de nuevo el corazón en Él y confrontar nuestra vida a los pies del Señor, cuya muerte y resurrección celebraremos en la Semana Santa. Si no se vuelve a Dios la imposición de la ceniza se convierte en costumbre piadosa, el ayuno y la abstinencia se convierten en prácticas dietéticas, o en apariencia de devoción casi farisaica (se ayuna y no se come carne, se hace propaganda de esto, pero no se habla de la conversión). Al confrontar nuestra vida delante de Jesús crucificado nos damos cuenta que no siempre hemos sido fieles con el Dios - Amigo que "nos amó hasta el extremo" (Jn 13, 1) y es frente a esa ingratitud que nosotros decidimos humillarnos ante Él para pedir su misericordia, recordando que no somos nada ("Acuerdate que eres polvo y en polvo te convertirás") y que estamos invitados a convertirnos y a creer en el Evangelio. El ayunar y el abstenernos de carne nos enseñará a refrenar nuestras pasiones (aquellas que nos llevaron al pecado) y a elevar nuestro espíritu (Cf. Prefacio IV de Cuaresma).
Pero también es una invitación a volver el corazón al prójimo. El pecado y el mal en el mundo ofenden a Dios, pero muchas veces ofenden a los hermanos que son "imagen y semejanza de Dios". Y entonces el ayuno y la abstinencia serán ocasión para "dominar nuestro afán de suficiencia y repartir nuestros bienes con los necesitados" (Prefacio III de Cuaresma). De nada sirve que que hagamos ayunos uno o dos días al año, cuando hay hermanos que ayunan no por penitencia, sino porque no tienen para comer. A eso apunta el profeta Isaías cuando dice: "El ayuno que yo quiero es éste, dice el Señor: Abrir las prisiones injustas..., dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne" (Is 58, 6-7). El ayuno que Dios quiere es que compartamos con nuestros hermanos, y dejar de lado nuestros egoísmos, que si yo me privo de algo que sea para darlo a quien no tiene. ¿No sería una práctica agradable a Dios "ayunar" de diversión, de televisión, del chat, hasta del deporte, para emplear ese tiempo para leer la Palabra de Dios, visitar a un enfermo, o hacer alguna tarea en el hogar, el colegio o el trabajo que más me cuesta hacer? ¿No cree usted que está dentro del espíritu de este día dejar de tomarme un helado, una gaseosa, de comer algo mas sencillo y aquello que he "ahorrado" darlo a quien no tiene ni siquiera un pedazo de pan para comer, o para comprarle una medicina a quien no tiene recursos? Y todo esto en el silencio del corazón, con alegría "cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lavate la cara" (Mt 6, 17), no para lucirse o inspirar lástima.
Que, en estos días de Cuaresma, tengamos la experiencia de Zaqueo (Lc 19), experiencia comentada por el Cardenal Carlo María Martini, S.J. en sus reflexiones sobre el Salmo 50: Zaqueo se encontró con Jesús, Jesús fue a comer con él, y él lleno de alegría cambió de vida, su penitencia no fueron oraciones, ni peregrinaciones, su penitencia fue devover lo robado y compartir sus bienes con mucha generosidad y todo esto con mucha alegría. La respuesta de Jesús fue "Hoy ha llegado la salvación a esta casa". Que el encuentro con Jesús nos traiga la conversión y el perdón, que nuestro ayuno y abstinencia sea nuestra respuesta a esa amistad del Señor que acoge y perdona con cariño y que Él nos pueda decir en lo mas profundo del corazón, con la misma sonrisa que le dijo a Zaqueo, que hoy ha llegado la salvación a nuestra vida.
Les invito a leer el mensaje de Cuaresma del Papa Benedicto XVI en http://www.arzobispadodelima.org/notas/2009/febrero/cuaresma_2009.pdf