miércoles, 22 de abril de 2015

IN MEMORIAM: MARISOL

Cuando muera, dulce será mi pena,
Igual que un sueño,
Sí, porque el paño enjugará Jesús,
gracias a tu sudario.
y consolará mis mejillas.
las lágrimas de mi sufrimiento

(Aria "Sanfte soll" del Oratorio de Pascua de J.S. Bach)

Querida "Sili":
Quedará perdida en la noche de los tiempos el origen de este "sobrenombre", que al principio no te gustaba y después tomaste con muy buen humor.
Llegaste al mundo quince días antes que yo, y eso siempre fue motivo de bromas de mi parte. Hemos compartido muchas cosas desde niños: hicimos juntos (con Dante y Tere) la Primera Comunión; hemos jugado, nos hemos peleado, la hemos pasado bien... Ir a tu casa era diversión y travesura asegurada, como esa vez que pusieron mi ropa en los cuernos de una cabra y la dejaron libre por el campo, la vez que se pusieron a hacer "carrera de vacas", o que nos íbamos a escalar el cerro que estaba cerca a tu casa. Tan traviesos éramos que mi papá, cada vez que íbamos a Huachipa, nos hacía esta advertencia (que no hacíamos caso) "no vayan a hacer fogata". Con mis hermanos, Tere, Fernando, Norma, Yanina, Kathia, Giselly, Patty, Betty... fuimos pandilla, y también un poco "pandilleros" cuando en la casa de los abuelos en “Las Palmeras” nos juntábamos y hacíamos de las nuestras, que al abuelo le causaba poca gracia. También hiciste buena “collera” con mis primas por parte de mi papá, con quienes compartimos paseos y reuniones en mi casa. De todo esto nos acordábamos cuando nos reunimos un Domingo de Enero del 2007, y nos reíamos, siendo ya adultos, de nuestras travesuras y nuestras peleas. Nos acompañaste en el matrimonio de mi hermana (fuiste su madrina de Confirmación) y el día de mis promesas como Hermano Oblato de Nuestra Señora de la Soledad estuviste en primera fila.
No todo fue diversión, también estuvimos juntos en momentos difíciles como el accidente de Dante, o la muerte del tío Julio en la que preparamos el funeral; sabía que en esos momentos difíciles podía contar contigo y con Tere.
Siempre te has preocupado por unir a la familia, por avisarnos cuando alguno de los tíos estaban delicados de salud, por organizar con mi mamá las reuniones familiares. Por mi parte, yo sabía que al ir a esas reuniones te encontraba en la cocina ayudando en la atención de los invitados y, tanto a ti como a Tere, podía “gorrearles” comida sin que mi mamá se de cuenta. Tenías ese espíritu servicial de la abuelita Rosario.
Fuiste una mujer fuerte, no solo emocionalmente, sino físicamente, tirabas buenas "cachetadas" (habla la voz de la experiencia); te ibas a hacer diligencias judiciales de desalojo con ocho meses de gestación. Y como mujer fuerte luchaste por tu vida hasta el final, no te resignaste a morir, ni a nada que te acercara a la muerte.
El pasado 30 de Diciembre, el día que cumplimos 35 años de haber hecho la Primera Comunión, al terminar de acolitar la Misa en la iglesia de San Pedro (donde hoy nos reunimos para recordarte), me avisaron que estabas en el Hospital, fui a verte de inmediato. Comenzaba el "Vía Crucis".
Te fui a ver mientras estabas enferma: no perdías el buen humor; pero tus palabras me sonaron a despedida: "yo estudié hasta el final" me dijiste, y me animabas a hacer algunos cursos de Derecho. No eras tonta y sabías que tu enfermedad era seria. Pero peleaste hasta el final.
Fui a verte cuando ya te despedías de nosotros. Recé contigo un “Ave María”, te dije que Dios veía con buenos ojos las travesuras que hacíamos de muchachos, te hice la señal de la cruz y salí. No sabes como me hubiera gustado ser sacerdote y darte la absolución. Pero se que Dios ha tenido compasión de ti, porque Él ama a todos sus hijos. Y mientras rezaba en el lobby de la Clínica “Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte” te fuiste a los brazos de Dios. Tus familiares y amigos fuimos a despedirte. Mas de uno se sorprendió de que te hayas ido tan pronto. Mientras te dábamos el “último Adiós” y las lágrimas brotaban de nuestros ojos, nuestra prima Giselly me cubrió la cabeza con la capucha de mi hábito de Oblato para fastidiarme y bromear un poco: no podía faltar en tu despedida una travesura, una sonrisa como cuando éramos niños.
Sospecho que, al llegar al cielo los tíos Julio y Arcesio te habrán dado la bienvenida, habrás tenido una charla interminable con la tía Celinda (era tu madrina y te quería mucho), y la abuelita Rosario habrá salido a servirte una taza de café pasado, tortillas, ñuña… dile que me guarde unos tamalitos para cuando me toque mi turno, pero que no hay ninguna prisa. Me imagino que el abuelo Julio también te habrá recibido con cariño, pero habrá comenzado a rogar a Dios que a nosotros, sus nietos (sobre todo a mi) nos de muchos años de vida, porque él sabe muy bien que, cuando nos juntemos en el cielo, habrá tal escándalo y tantos traviesos juntos, que seguramente le haremos perder la paciencia como lo hacíamos en su casa.
Querida Marisol, ha pasado un mes desde que te fuiste, y aún nos cuesta aceptarlo. Pídele a Dios y a Nuestra Señora del Rosario, a quien nuestras mamás veneran con mucho cariño desde niñas, y bajo cuyo patrocinio estuviste en el colegio, que de la paz a tus padres, a tu hija, a tus hermanos...
Yo solo te digo lo que te dije antes de despedirnos: Quédate en paz, primita, queda con Dios, Marisol.