lunes, 17 de abril de 2017

NOCHE DE RECUERDOS

"Con paz en el alma a coro cantemos
esta noche santa de grandes recuerdos"
(Esteban de Cegoñal)

Esta letra, que corresponde a una canción de Navidad, expresa lo que he vivido en esta última Vigilia Pascual: una celebración llena de recuerdos, de agradecimiento, de consolación espiritual como bien me hizo ver mi amigo Tito García, S.J.
En la Vigilia canté el Pregón Pascual como lo vengo haciendo desde Desamparados: la primera vez, en 1993, revestido con un alba y un cíngulo que me daba vuelta varias veces a la cintura (era mucho mas delgado), entonaba medio asustado (y con varios errores) el canto de la "Angélica" (como se le llamaba antiguamente); desde entonces lo he venido cantando y mejorando cada vez mas; algunos años han tenido matices peculiares: en 1999 medio afiebrado y convaleciente de una operación de apendicitis, el 2008 estresado y nervioso (los jesuitas habían dejado Desamparados y comenzaban algunas dificultades para mi); el 2011, después de ensayarlo varias veces con el P. Guillermo Villalobos, S.J. (que lo cantó en San Pedro), me salió perfecto, pero fue la última vez que lo cante en Breña: ya Dios me esperaba en la iglesia de Nuestra Señora de la Soledad; y, desde el 2012 es allí donde vengo entonando el Pregón Pascual, poniendo "alma, corazón y vida".
Y no puedo negar que en estos últimos años han aflorado muchos sentimientos y recuerdos, nombres, personas, circunstancias, que han hecho del Pregón algo más que una mera repetición de un texto del Misal, al punto que el año pasado se me quebró la voz de la emoción.
"Manuel ¿por qué siempre que lees el Pregón Pascual te emocionas?", me acaba de preguntar un Hermano Cofrade de la Soledad que me alumbró con la linterna mientras cantaba y podía observar como me sentía en ese momento. Es que son tantas personas con quienes he celebrado la Pascua en otros años que en ese momento sus rostros se me vienen al corazón, pero también recuerdo a otras personas con quienes me gustaría poder compartir esta celebración: familiares, amigos, sacerdotes, acólitos, religiosos... Es imposible no recordarlos.
Pero este año, ocurrió algo mas fuerte: ya no solo cantaba la Historia de la Salvación de la Humanidad, sino que era mi propia Historia de Salvación personal: por momentos recordaba a quienes me hablaron en tiempos de Ejercicios Espirituales, es así que cuando cantaba "Feliz la culpa que mereció tal Redentor", recordaba que el P. José Francisco Navarro, S.J. (recientemente fallecido) me lo dijo en una ocasión que le hablaba sobre mi propia fragilidad; "En esta noche de gracia, acepta Padre Santo, este sacrificio vespertino de alabanza que la santa Iglesia te ofrece por medio de tus ministros en la solemne ofrenda de este cirio hecho con cera de abejas", cantaba mirando al Cirio que iluminaba el templo con las velas de los fieles, cuidando que no me falle la voz, ya que siempre esta parte me traía problemas por tener notas altas; "Qué noche tan dichosa en que se une el cielo con la tierra, lo humano y lo divino" ¡Qué Dios tan grande, que se une a nosotros, que nos da un abrazo de ternura!; "Te rogamos, Señor, que este cirio consagrado a tu nombre arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche... Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que es Cristo, tu Hijo resucitado...", ¡Jesús, que cuando tu regreses nos encuentres a todos reunidos, a los que hoy he recordado, a los que vendrán después, a tus hijos Soleanos y te demos un abrazo bien fuerte!
Con todos estos sentimientos era inevitable no derramar una lágrima de emoción y agradecimiento; y, a pesar de la bulla que venía de la calle no me distraje ni me desafiné.
Pero no quedó todo allí: las lecturas, tantas veces escuchadas, me sonaron distinto: "Al principio Dios creó el cielo y la tierra... y dijo Dios hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza... y les dijo crezcan, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla... y vio Dios que todo era muy bueno" (Génesis 1, primera lectura de la Vigilia Pascual), y me venía al corazón la imagen de Dios mirando con cariño a su creación, a cada uno de nosotros; "Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré. En un arrebato de ira te escondí te escondí un instante mi rostro, pero con misericordia eterna te quiero" (Isaías 54, cuarta lectura de la Vigilia): ¡cuanto cariño de parte de Dios!, "¡qué incomparable ternura y caridad!". Otra vez lo meditado en los Ejercicios Espirituales resonaba en mi corazón. Los textos de la liturgia no eran letra muerta, sino experiencia de vida, donde uno reencuentra a Dios.
Creo que la emoción me ganó al punto que dos Hermanos Cofrades notaron que tocaba el órgano con mas expresión de lo acostumbrado (bueno, que podía hacer si lo que tocaba era la Cantata de Bach "Jesús alegría de los hombres"); luego después de la Comunión las notas de "Luz que vence a la sombra" me hicieron recordar a mis amigos Rossana Morales, Carlos Bustamente y Carlos Aguinaga (ojalá pueda cantarlo con ellos en la Soledad). Y al final el "Regina coeli" entonado a viva voz por los Hermanos Soleanos, eran el colofón perfecto para esta Misa: "Madre de la Soledad: ya pasó todo, alégrate, alégranos, sonríenos, estamos contentos con tu Hijo, contigo. ¡Aleluya!".
Cuando uno vive la liturgia con el corazón abierto encuentra a Dios, vive la Pascua el "Paso del Señor" por su propia vida. Y cuando se experimenta esto se celebra a Jesucristo vivo.
Los Hermanos de la Soledad venimos celebrando con mucha intensidad la Semana Santa Limeña desde 1603. Si bien es cierto que nuestro mayor esfuerzo está en el Viernes Santo, llegamos a la Pascua con un corazón agradecido. Yo creo que todos ellos, en esa Noche Santa de Pascua, en medio de tanto cansancio, deben haberse sentido agradecidos a Dios por tanto bien recibido; y al igual que yo deben haber recordado a tantos Hermanos que "nos han precedido en el signo de la fe y duermen el sueño de la paz"; ahora recuerdo cuando el año pasado le dije a la Hermana Cofradesa Consuelo San Martín, que postergaba una operación para estar peesente en la Semana Santa: "no podía haber un Viernes Santo sin la Sra. Consuelo", y a las pocas semanas se fue a celebrar la Pascua definitiva con su hija Milagros fallecida unos meses antes: ella que sufrió como María la muerte de un hijo, debe estar cantando con ella "Aleluya, vivamos la alegría dada a luz en el dolor" ("Nuestra Pascua inmolada", Himno de la Liturgia de las Horas).
Termino la Semana Santa con el deseo de volver a celebrar la Pascua con tanta gente a la que he recordado en esa noche santa: "Goce también la tierra inundada de tanta claridad... Alégrese nuestra Madre la Iglesia revestida de luz tan brillante". Y así como en Navidad nos sentimos unidos a los que, estando lejos, contemplan también al Niño recién nacido, que en cada Pascua nos unamos a todos nuestros hermanos que celebran que Jesús vive en medio de nosotros.
"¡Que noche tan dichosa en que se une el cielo con la tierra, lo humano y lo divino!"

FELIZ PASCUA DE RESURRECCION