lunes, 28 de julio de 2014

ANTICUCHOS PARA LA FAMILIA


Una de las tantas cosas de las que nos sentimos orgullosos los peruanos es de nuestra gastronomía: la causa, el ceviche, los anticuchos, los dulces y postres, la chicha morada (lo mejor para refrescarse en verano), el pisco sour... Realmente tenemos una comida extraordinaria. Cuentan la anécdota de que Andrés Avelino Cáceres estando en Europa le sirvieron comida francesa (una de las mejores del mundo, dicen), a él le gusto, pero dijo que preferiría "una patasquita de su tierra" (bueno, confieso que la patasca no es "santa de mi devoción"). Por otro lado (y esto me lo han dicho quienes han estado en el extranjero) la comida peruana solo tiene su sabor y encanto cuando se come en esta tierra, fuera de nuestra patria, tiene otro sabor (dicen que los ingredientes no son iguales). A eso le podemos añadir que cada persona que lo prepara le pone su "toque del sabor", su "secretito", que lo hace único e irrepetible (recuerden lo que escribí en Junio del 2011 cuando hablé de los tamales de mi abuelita).
Mi familia materna tiene muy buena mano para la cocina, tíos y primos han hecho gala de sus habilidades culinarias en las reuniones familiares y en otro tipo de eventos. Con mucho cariño recuerdo a mi tio Arcesio (fallecido en el 2010) preparando muy buenas pachamancas en el patio de su casa: era un espectáculo verlo desenterrar las carnes muy bien condimentadas, rodeadas de hojas de plátano, habas, papas...
De todos los platos de nuestra comida peruana preparados por mi familia tengo mucha preferencia por los anticuchos (visiten http://es.wikipedia.org/wiki/Anticucho para tener mas datos sobre este potaje) y las carnes a la parrilla, preferencia cuyo origen se pierde "en la noche de los tiempos", y que quizás comenzó cuando mi mamá nos llevaba a la procesión del Señor de los Milagros en Octubre y, antes de regresar a la casa, nos llevaba a comer.
Recuerdo que un Domingo de Marzo de 1981, (después que mi hermano salió del hospital recuperado de un accidente que lo tuvo muy mal), mi tio Modesto nos invitó a almorzar a su casa en Monterrico. Creo que la intención no era solo conocer su casa, sino ayudarnos a salir del mal momento que habíamos vivido por el accidente de mi hermano (en ese sentido, familiares y amigos, tuvieron varios gestos realmente reconfortantes que agradecemos muchísimo). Bueno, volviendo al almuerzo en la casa de mi tio Modesto, éste se tuvo sin mayor novedad, la familia estaba contenta ya que, por un  lado mi hermano ya estaba bien y, por otro lado, mi primo Miguel había ingresado a la Universidad de Lima. Pues bien, acabado el almuerzo, yo ya pensaba en decir a mis padres que era hora de volver a casa (en eso no he cambiado mucho); pero mi tía Norma dijo: "Espera, que mas tarde vienen los anticuchos". ¿Anticuchos? mmmmm. Sonaba interesante, creo que mi tia dijo en ese momento una palabra mágica. Al atardecer mi tio Modesto comenzó a encender el brasero en el patio delantero de la casa, y yo estaba atento a ver como preparaba todo. Lo primero que hizo fue pasar por la parrilla un poco de sebo. "Tío, ¿qué esta haciendo?", "Estoy curando la parrilla" (es decir la limpiaba con grasa para poderla utilizar). Luego comenzó a freir los anticuchos. Rato después, siendo ya de noche, llegaban los anticuchos a la mesa del comedor. No me equivoco si digo que quien la pasó mejor que nadie fui yo.
Tiempo después, y en diversas ocasiones, mi mamá preparaba carne a la parrilla no solo para los de casa, sino también en diversas reuniones y paseos con mi familia paterna, comida que ha sido muy apreciada por ellos, y que mis primas recuerdan con mucho cariño. Aunque no siempre eran anticuchos, la forma de prepararlos era la misma.
Con esas experiencias y observaciones, y considerando que me gustan los anticuchos, me he animado en varias ocasiones en estos últimos años a prepararlos en casa. Bueno, decir "prepararlos" es hablar demás. La verdad es que mi mamá corta los corazones de res y los condimenta, y yo simplemente los cocino, siguiendo las indicaciones que me da. Eso si, cada vez que me encargo de esta tarea, recuerdo la primera lección que me dio mi tio Modesto: "curar la parrilla".  
Con mucha gracia se me viene a la memoria como, a pedido de mi hermano, planificamos preparar anticuchos para el "Día de la madre". Yo le dije: "Yo voy a Misa a las 12 m., regreso a la casa a la 1.30 p.m., espérame con la parrilla encendida". Pues bien, me demoré en llegar a la casa (llegue a las 2.15 p.m.) y ni siquiera habían comprado el carbón. A esa hora a hacer todo y mi familia, que estaba de hambre, almorzó con tres horas de retraso.
No vaya a pensar, mi amable lector, que soy un "Gastón Acurio" en estos menesteres. Debo confesar que no siempre he tenido buenos resultados y en mas de una ocasión los anticuchos han salido medio carbonizados. Gracias a Dios, mis padres, mis hermanos y mis cuñados han sido "indulgentes" a la hora de hablar de lo que les preparo. Hoy 28 de Julio, los he preparado con motivo de las Fiestas Patrias del Perú (ya es casi una tradición hacerlos en este día) y, si no se han quemado mucho, ha sido porque mi mamá me ha estado controlando de que no me distraiga en otras cosas.
Una cosa es segura: no me atrevería a prepararlos para alguna reunión familiar, menos con mi familia materna (donde hay quienes tienen mejor mano que yo); aunque confieso que, en esas ocasiones suelo meterme a la cocina, no tanto para ayudar, sino, porque puedo comer impunemente, en complicidad con mis tios y mis primas, sin que nadie (sobretodo mi mamá) me esté controlando.
Por algo dicen que "el que parte y reparte..." y sobretodo, el que gorrea.

¡FELICES FIESTAS PATRIAS!

Escuchen aquí el vals "Noche criolla", según dicen, el Himno de los Restaurantes criollos.