viernes, 14 de diciembre de 2018

COLOR ESPERANZA

Hace unas semanas recibí la invitación para asistir a la graduación de la promoción de Primaria de sexto grado de la Institución Educativa "Hermano Anselmo María" y hacer una oración por los alumnos. Gracias a Dios ese día no tenía que tocar ninguna Misa por la noche, así que acepté gustoso la invitación; además de los casi sesenta niños que egresaban de la primaria había preparado a casi la mitad para recibir la Primera Comunión, por lo que fui con "deseo grande" de compartir esa celebración con ellos.
Llegue cuando los niños hacían su ingreso al auditorio, escuchaba sus reseñas, sus saludos y sus sueños para el futuro: muchos admiraban a sus profesoras y deseaban ser futbolistas o youtubers... sueños de niños que habían visto este año a la selección nacional en el mundial de fútbol y que se abren al mundo a través del internet (que en mis tiempos ni soñábamos que podía existir).
Después de la oración y reflexión que hice, vinieron los discursos, reseñas, agradecimientos, la presentación del coro del Colegio... Eran dos secciones de sexto grado y cada maestra se dirigió a sus alumnos con mucho cariño y en su propio estilo: una con un toque más personal, felicitando a cada alumno por sus logros que los hacían únicos como personas; y otra se dirigió al grupo, dándole aliento y sintiéndose contenta de que el nombre de la promoción "Luchando unidos por un sueño" era una realidad: verlos trabajando unidos era la coronación de su obra.
El plato fuerte de toda graduación es la entrega de los recuerdos (o diplomas) a los graduandos: me tocó entregar algunos, aunque confieso que me hubiese gustado entregarlos a aquellos que he conocido y tratado por la catequesis, con todo felicité con cariño a cada uno pues, aunque apenas alguna vez me hayan saludado en el colegio, para ellos era un momento importante y había que hacer que ellos se sientan como tales.
Pero, antes de la entrega de recuerdos hubo un momento en que se me hizo un nudo en la garganta: los niños entonaron la canción de Diego Torres "Color esperanza": fue impresionante oir con mucho entusiasmo:
"Saber que se puede, querer que se pueda,
quitarte los miedos, sacarlos afuera,
pintarse la cara color esperanza,
tentar al futuro con el corazón"
No pude evitar derramar unas lágrimas: estos niños Luchan unidos por un sueño, y desde su situación personal (algunas de las cuales he conocido y no han faltado cruces difíciles de llevar) miran al futuro con una sonrisa de esperanza, entusiasmo e ilusión. Solo espero que no dejen de luchar por sus sueños, aunque no creo que alguno sea youtuber (nadie vive de eso), pero si me daría mucho gusto ver algún futbolista por allí.
Después de la ceremonia, del compartir y las fotos, me puse a pensar: en estos tiempos de corrupción, de divisiones y tensiones (como las que atraviesa mi querida Pontifica Universidad Católica del Perú) ¿no podríamos pintarnos la cara color esperanza y tentar al futuro con el corazón? ¿No podríamos caminar con ilusión, romper fronteras y tender puentes para acoger y abrazar a los otros? ¿No podríamos nosotros también luchar unidos por este sueño?
Recordando esta noche los rostros sonrientes de Anthony, Ismael, Alvaro, Mauricio, Cristhoper, Renzo, Gabriel, Jordy, Víctor, Jayden, Franco, Samir, Miguel, (perdonen que no ponga todos los nombres)... quiero, mirando el presente, soñar y cantar con ellos que "lo imposible se puede lograr, que la tristeza algún día se irá...", que hay esperanza, "que las ventanas se pueden abrir, cambiar el aire depende de ti". cambiar de actitud, de corazón depende de nosotros con la ayuda de Dios.
Gracias Promoción 2018 por tanto bien recibido.

Les invito a escuchar la canción aquí

martes, 6 de noviembre de 2018

IN MEMORIAM "FILI"

Jesús, reuniendo a sus discípulos les dijo: 
—«Saben que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Ustedes, nada de eso: el que quiera ser grande, sea su servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos». 
Marcos 10, 42-45

A muchos nos gusta el poder, ocupar los primeros puestos, sentirnos importantes; y cuando el poder viene por éxitos económicos, políticos, sociales, intelectuales o religiosos buscamos que sea notorio, sin que nada ni nadie le haga sombra. La enseñanza de Jesús va por otro camino; nada de buscar el poder, sino seguir el camino de la humildad, haciéndose servidor de los demás.
El texto que traigo en esta ocasión no se lee en las celebraciones por los difuntos; pero nos muestra lo que ha sido "Fili" para nosotros: el amigo, el conserje siempre alegre, el primero y el mas importante de todos los que trabajaban en la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, incluso mayor que el mismo Decano. Era un hombre sencillo, amigo de todos, desde los grandes catedráticos hasta el último alumno o trabajador de Derecho.
"Fili" nunca se sintió un "poderoso" pese a que muchas cosas en la Facultad dependían de él; mas bien era servidor de todos. Hasta ahora no entiendo como se daba abasto para todo, con tantas tareas y menos recursos que hoy; pero con él todo estaba en orden y controlado. Filiberto Tarazona es un ejemplo de lo que Jesús ha querido enseñarnos en este Evangelio, de que no hacen falta cargos importantes, ni grados académicos para ser el primero y el más importante en la Facultad de Derecho de la Católica; que con solo cumplir con su deber con sencillez y alegría, se pueden hacer cosas grandes; que con su sonrisa y su corazón generoso y disponible se han formado generaciones de abogados en la mejor Universidad del Perú; como bien lo escribió el Dr. César Luna Victoria: "En nuestra formación, a estas alturas, pesan más las lecciones de Filiberto que toda la Doctrina y Jurisprudencia".
Querido "Fili":
Te conocí poco antes de entrar a la Facultad de Derecho, mi amigo y después catedrático, Luis Fernando Iberico me hablo de ti. Tu viste crecer a nuestra Facultad desde cuando funcionaba en el Instituto Riva Aguero, pasando por las aulas prefabricadas en el Fundo Pando, hasta el local definitivo, de cuya construcción fuiste testigo. Tú nos acompañabas en nuestros estudios y diversiones, participabas con nosotros en las Olimpiadas de Derecho, actuabas con nosotros: ¡como olvidar tu participación con GOCE en el scketch de Fin de Olimpiadas de 1992 de "La Guerra de las Galaxias", en la escena de la pelea entre Luke, interpretado por Paul Duclós, y Salvador Del Solar personificando a Dark Vader! Seguramente recordarás cuando saliste con tu casco en un video diciéndole a Luke: "¡Mátalo, mátalo!"; y, cuando Dark Vader dice "Yo soy tu padre", la respuesta de Luke fue: "¡Ja! Eso fue lo que te hizo creer mi madre, mi padre es Filiberto". ¡Cómo nos divertimos esa vez! Y gracias a ti, ganamos las Olimpiadas.
Después de acabar la carrera y titularme de Abogado no te volví a ver hasta Noviembre del 2009 en que fui a acolitar la Misa de Confirmación de los alumnos de la Universidad. Cuando el año pasado me llamaron para acompañar a la Comunidad de "San Tarcisio" en el CAPU, una de las primeras cosas que hice al pisar la Universidad después de 8 años, fue ir a la Facultad de Derecho y preguntar por ti: vi que la Oficina de notas donde nos atendías llevaba tu nombre, pero ya hacía algunos años que te habías jubilado. Muchos se han visto contigo en los almuerzos de los ex alumnos y en la celebración del Centenario de la Universidad; otros volvimos a saber de ti cuando tus compañeros del Sindicato de Trabajadores de la Universidad publicaron un video en el que, pese a que tu salud estaba resquebrajada, les alentabas a seguir adelante en sus reclamos laborales. Allí nos enteramos que estabas muy mal (al saber que tenías un efisema pulmonar sospechaba que, dada tu edad, tu estado de salud era grave). Y la gratitud de muchos ex alumnos de Derecho brilló para ayudarte en los gastos de tu ultima enfermedad, o para regalarte una visita que te arranque una sonrisa, la misma que nos diste cuando trabajabas en la Universidad.
"Fili": Tú pensabas que mejor me iría de religioso que de abogado. Si hubiese sido sacerdote, estas palabras serían mi homilía para tu Misa de despedida. Dios tuvo a bien llamarme a ser Hermano Oblato de Nuestra Señora de la Soledad y desde aquí rezo por ti, agradeciéndote, como todos, por ser un servidor "fiel y cumplidor", seguramente pasarás al banquete del Señor, donde toda la gente de Derecho que está en la Casa del Padre te recibirán con los brazos abiertos y con un fuerte aplauso que bien te lo mereces.
¡Gracias "Fili", por tanto bien recibido!
¡Un abrazo hasta el cielo!

miércoles, 31 de octubre de 2018

TRADICIÓN DE OCTUBRE

"Acompañaremos al Señor Cristo Moreno,
Señor de los Milagros y Patrón de la ciudad..."
Mario Cavagnaro, Vals "Lima de Octubre"

Con la procesión de esta tarde termina el mes morado, mes de fe y tradición católica y criolla. He acompañado al Señor de los Milagros desde que tenía solo unos meses de nacido (dicen que me ponía a jalar los cabellos de la gente; bueno, siempre he sido travieso); después, junto con mis hermanos, mi mamá nos llevaba a la procesión, cuidando de no meternos donde había mucha gente, y solo por un par de horas en la tarde; después ya siendo joven y adulto he asistido solo o acompañado de amigos o de mis Hermanos de Nuestra Señora de la Soledad, con quienes he madrugado para estar a las 6.00 a.m. en la iglesia de las Nazarenas; o quedándome hasta casi la medianoche. Y este año he tenido el gusto de llevar a mi mamá el día 19 de octubre, con la particularidad que ahora soy yo quien tenía que cuidarla de que no se meta donde haya mucha gente (menos mal que ese día por la mañana y tarde hay menor asistencia a la procesión) o que se canse de la caminata.
"Octubre mes morado, color de la tradición" reza la canción. Y es que la tradición, tan bien descrita por Mario Cavagnaro no es solo caminar junto al Señor de los Milagros, es también el olor y el humo abundante del incienso que queman las sahumadoras, es la música criolla que suenan en los homenajes, son las voces de las cantoras, es el recorrido que hace; y junto a ellos los anticuchos, picarones y turrones que tienen un sabor distinto en octubre. Y si algo de esto falta o disminuye sentimos que se está "recortando" la tradición.
Este año, durante la procesión del Señor de los Milagros, no se escuchó "Lima de Octubre" o la "Oración del labriego" en los homenajes de la Avenida Tacna la mañana del 18 de Octubre; mas bien interrumpieron a Manuel Donayre mientras cantaba un vals; para escuchar hasta el cansancio "Como no creer en Dios" (como si no hubieran otras canciones religiosas que entonar). Y mientras escuchaba esa música pensaba: ASÍ NO ES la tradición de Octubre. Igualmente algo extraño se notó en las cantoras: el famoso "Ríndele gracias" con el que se inicia la procesión se sintió apagado, dubitativo el día 18; y durante la mañana del 28 las voces no llenaban la Avenida Tacna, cuando antes retumbaban las calles, faltaba la voz firme de la Sra. Ana Donayre; y pensaba nuevamente ASÍ NO ES la tradición de Octubre. El Señor de los Milagros visita el Hospital Arzobispo Loayza el día 28, en un recorrido que toma tres horas, mientras la gente espera en las calles; pero suprimir esa visita por razones de tiempo, dejando sin la presencia del Señor a muchos enfermos que son precisamente los que más lo necesitan, hizo que muchos pensemos ASÍ NO ES la tradición de Octubre (gracias a Dios tomaron la decisión, a última hora, de que el Señor visite el Hospital).
Hasta hace unos años era tradición de Octubre escuchar la voz de Mons. Salvador Piñeiro (en ese entonces sacerdote del clero diocesano de Lima y hoy Arzobispo de Ayacucho), que sin organista ni coro alguno, hacía cantar a todos los que asistían a las Misas previas a la procesión; hasta ahora no hay quien pueda siquiera igualarlo. Por otro lado, resulta interesante que, desde el año pasado, poco a poco, se está incorporando a estas celebraciones un repertorio de cantos en estilo criollo que han denominado la "Misa Nazarena", que respetan y adaptan muy bien los textos del Ordinario de la Misa. Sería bueno que se repartieran los textos impresos y se ensayen antes de la Misa, eso ayudaría a tener una celebración mas participada y en unos años se consolidará este nuevo elemento de la tradición de Octubre.
Reconozco que toda tradición debe respetarse, pero no debe ser solo repetir costumbres por repetir; sino que, por estar viva, está siempre sujeta a cambios y adaptaciones; y, cuando estos se hacen, es para adoptar algo mejor que se tiene que ir asimilando lentamente y a veces con no pocas resistencias; como bien como decía Gustav Mahler "fidelidad a la tradición significa mantener vivo el fuego y no adorar las cenizas". Y debemos reconocer que hay personas y costumbres que mantienen ¡y contagian! el fuego de la devoción al Cristo Moreno.
La tradición en torno a la procesión del Señor de los Milagros no es una "acumulación" o "suma de costumbres", sino que es un "todo" integrado; no solo la imagen del Señor de los Milagros, la música o el incienso son muestras de fe; también lo es la música criolla y las comidas; que suenan para ese toque de fiesta en torno al Señor, para recordarnos que el color morado y la penitencia de octubre son para volver reconciliados a los brazos de Dios, que Jesús ha resucitado y se alegra con nosotros. Y, ahora me doy cuenta que el color morado del mes de octubre, termina con el color blanco de la Solemnidad de Todos los Santos, para terminar este mes con la alegría de saber que Jesús crucificado nos llama a ser santos.
Y, si tenemos los ojos de la fe bien abiertos, podremos reconocer a Jesucristo, crucificado y resucitado, que sale a nuestro encuentro, camina por nuestras calles en medio de la fiesta criolla, y se queda con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Cf. Mateo 28, 20)

miércoles, 1 de agosto de 2018

CONFESIONES DE UN 16 DE JULIO

Llevo años queriendo escribir este artículo, pero por diversos motivos no he podido hacerlo, así que esta vez he querido hacerlo antes que el tiempo nos aleje más del mes de Julio.
Corría el año de 1990, era mi primer ciclo en la Facultad de Derecho de mi querida Pontificia Universidad Católica del Perú, pro fin llegaron los cursos propios de la carrera (antes solo estábamos en los Estudios Generales de Letras); había que comenzar a pensar como Abogado, y cada curso se convertía en un pre-requisito para uno o mas cursos de los ciclos posteriores.
Uno de esos cursos era Derecho Civil 1, que nos dictó la Dra. María del Carmen Delgado, los Lunes y Miércoles de 6.30 a 8.00 p.m. La Dra. Delgado hacía su clase de un modo muy simpático, pero en la primera mitad del semestre tuvo que hacer un viaje siendo reemplazada por el Dr. Rolando Eyzaguirre (a quien pusimos de chapa "choclo crudo" por su tez blanca, y cuyas clases eran mas bien antipáticas), quien a su vez fue reemplazado por otra profesora, quien a su vez fue remplazada por el Dr. Juan Rivadeneyra, acabándose la cadena de reemplazos con el examen parcial.
Llegó el examen parcial y tuvo dos partes: una desarrollada y una "prueba objetiva", con los clásicos "puntos en contra" por cada respuesta equivocada (las pruebas objetivas se convirtieron en mis pesadillas en la Universidad). El resultado del examen fue un auténtico desastre (a la profesora "se le caía la cara de vergüenza" ante sus colegas que la reemplazaron, pues ella les dijo que eramos un grupo muy estudioso); y a nosotros no se nos ocurrió mejor idea que echarle la culpa a "Choclo crudo" diciendo que no le entendíamos bien (argumento que repetimos un año y medio después con la Profesora Graciela Marín del curso de Contabilidad, que jaló a un gran número del salón y cuya historia la contó muy bien mi amigo Luis Alberto Huerta Guerrero en un artículo publicado en el "Gocicón" titulado "Crónica de una bica anunciada").
La nota que saqué en el parcial no merece comentarse, pero debía rajarme duro si quería aprobar el curso y llevar el siguiente semestre Acto Jurídico, Derechos Reales, Personas Jurídicas y Responsabilidad Civil. Y eso fue lo que hice, estudiar lo mas que puede.
El examen final fue el Lunes 16 de Julio a las 6.30 p.m. y, como era de esperarse tuvo dos partes: una desarrollada y otra objetiva. No podía darme el lujo de equivocarme, corría el riesgo de atrasarme en cuatro cursos; así que a encomendarse a todos los santos, y que "Dios nos ayude" (como dijo Juan Carlos Hurtado Miller, casi un mes después cuando nos cayó un "paquetazo económico" los precios de los alimentos se "sinceraron").
Pues bien, di el examen, lo entregué a la profesora, y a la salida la gente comentaba lo que había respondido; y de lo que escuchaba me di cuenta que había confundido nulidad con anulabilidad del acto jurídico, y que de esas dos palabritas dependían mi aprobación en Civil 1, o una bica en el semestre siguiente (y cuatro cursos menos)... Viví momentos de tensión, de pavor y terror ¿Y ahora?. 
No se si fue el Espíritu Santo o algún espíritu chocarrero, que me hizo recordar que no había puesto nombre a mi examen, así que me armé de valor, regresé al salón, busqué a la profesora (el examen había terminado y ella conversaba con mis compañeros y le dije "Doctora, no he puesto nombre a mi examen"; ella muy confiadamente me lo dio... Y no solo puse el nombre, sino que también corregí los errores que había cometido; devolví el examen y salí de la Universidad lo más rápido que pude, con la conciencia mas sucia que un trapeador de baño público.
Me fui a mi casa caminando (no vivía muy lejos: llegaba de mi casa a la Universidad en 15 minutos en micro), pase por un parque y vi una procesión de la Virgen del Carmen, me sentía indigno de pedir ayuda a la Virgen... Días después me fui a confesar, entre otras cosas, del examen de Civil 1.
Pasaron los días y entregaron las notas y... ¡aprobé Civil 1! Ya se imaginarán la sensación de alivio y de paz que sentí, me olvidé de los sentimientos de culpa, y fui a matricularme para el siguiente semestre, del cual tengo muy buenos recuerdos.
Prometí portarme bien, no hacer mas trampa en los exámenes, lo cual me costó caro en el siguiente semestre: era el examen final de Derecho Constitucional General y la prueba era objetiva (para variar). Tenía duda en una pregunta y tranquilamente vi la respuesta de uno de mis compañeros, pero pensé. "Dentro de pocos días será Navidad, soy un niño bueno, ¿cómo voy a celebrar el Nacimiento de Jesús después de copiarme en el examen?" así que decidí no responder esa pregunta. Acabada la prueba, en los clásicos comentarios después del examen escuché que por cada pregunta mal respondida y por cada pregunta no respondida habían puntos en contra ¡y eso no lo había leído al comienzo del examen!
¿Resultados? Mejor no los comento, pero igualito me malograron la Navidad en ese aspecto.
¿Conclusión? A la hora de salvar un curso, mas vale decir aquí copió que aquí jaló.
Y ¡Abajo las pruebas objetivas!

domingo, 13 de mayo de 2018

ACTUACIONES DEL DIA DE LA MADRE

A lo largo del año existen en el calendario algunas fechas que son motivos de grandes celebraciones, actuaciones escolares, agasajos y hasta regalos. De todas las que conozco las más "populares" son el Día de la Madre, Fiestas Patrias y Navidad. Y, sobretodo en los colegios, estas fechas son motivo de grandes actuaciones, cada cual con un tipo particular de números: el Día de la Madre, con sus clásicas poesías; Fiestas Patrias con nuestra música y los desfiles escolares, y Navidad con los ya famosos villancicos (de "los Toribianitos", para variar).
Las actuaciones por el "Día de la Madre", además de las poesías que solemos escuchar (de las cuales hay un repertorio inmenso) y de los discursos en los cuales se dicen cosas que, en su momento, nos movían a reflexión, pero de tanto repetir ya no suenan a nada (por ejemplo eso de "todos los días son el día de la madre"); tienen un componente que se ha hecho tradicional: las canastas con víveres que se sortean entre las madres que han colaborado. Sin embargo, en ocasiones como esta, la vida nos da lecciones: en otro salón de mi colegio la ganadora de la canasta fue una madre que no había colaborado en nada, lo cual originó una controversia, ya que no había cumplido con el requisito para participar en el sorteo; con todo la hicieron venir de su centro de labores (era trabajadora del hogar y por eso no había asistido a la actuación). Según me contaron la señora, llorando, pidió disculpas por no poder colaborar "ni siquiera con una caja de fósforos", pero no tenía dinero para hacerlo; pero todos comprendieron que la canasta se la llevó quien realmente la merecía.
Durante mi época escolar estuve involucrado en las actuaciones por esta fecha: desde aquella primera coreografía que hicimos en la "Sección amarilla" en 1975 en mis tiempos de Inicial, donde mi profesora Inés Gutierrez me hizo encabezar la fila (no recuerdo que hicimos, solo la melodía que, al piano, tocaba la mamá de una de mis compañeras y que correspondía a una canción que terminaba diciendo "te quiero a ti, una vuelta y nada mas"). En primaria declamaba poesías, en una de esas veces miraba fijamente a mi mamá (lo cual originó algunas críticas, porque me dijeron "Tu debías mirar a TODAS las madres, no solo a la tuya"); otro año cantamos "Zaña" que fue un auténtico desastre porque alguno se desafinó, y si no fuera por que Alexander Curay tocaba el cajón y no recuerdo quien se puso a bailar, hubiera sido una tragedia.
Y no solo en el colegio, recuerdo que en 1979, nos reunimos en la casa de mi abuela materna y los primos (varios éramos niños) improvisamos una actuación (con equipo de sonido y micrófono). Me tocó hacer el rol de "maestro de ceremonias" muy al estilo del recordado Pablo de Madalengoitia, donde entrevistaba a mi mamá, a mi abuelita y a alguna de mis tías; animaba y presentaba a mis primos que cantaban, declamaban y no se que más hacían. Aquella celebración fue memorable, no solo porque hice uno de los roles que mas me ha gustado (pude improvisar bien), sino porque fue el último año que mi abuelita Rosario estuvo con nosotros. Y ahora que recuerdo, creo que a la semana siguiente, me comí los famosos "nueve tamales", tal como lo narro en "Los tamales de la abuelita".
En secundaria recuerdo que me "colé" al coro que organizaba el profesor de música, don Lorenzo Humberto Sotomayor (me habían eliminado en el "casting") y cantamos, acompañados al piano por el mismo profesor, la canción "Madre mía", que años después la enseñé a los niños del colegio "Hermano Anselmo María" y a los acólitos de Desamparados (es curioso, pero después de casi 25 años de haberla cantado, recordaba no solo melodía, sino también la introducción al piano que hacía el Profesor Sotomayor, con lo cual pude tocarla tal cual la aprendí en el colegio a los 12 años). También di algunos discursos alusivos a la fecha de los cuales no recuerdo nada de lo que dije, y sospecho que quienes me habrán escuchado tampoco. Lo que si recuerdo con mucho cariño fue el agasajo que dimos a las madres en 5º de secundaria: un mano a mano poético entre Alexander Curay y su mamá (donde que quedó comprobado que lo que se hereda no se hurta), Martín Jurado declamó la letra del tango "Silencio en la noche" (impresionante y conmovedor, realmente se lució); y luego baile con las mamás.
Después que acabé el colegio ya casi no he participado en este tipo de actuaciones, salvo para acompañar tocando el teclado o hacer una oración y reflexión. El pasado viernes estuve en la actuación del "Anselmo" para hacer una oración por este día; y me quedé impresionado oyendo cantar en inglés a los niños de 2º grado, así como por la versión teatralizada de la canción "Una carta al cielo" que hicieron los niños de 6º grado (me hizo recordar cuando en mi colegio, "Hipólito Unanue", mi profesora Gladys Benites escenificó el poema "Yo pido para mi madre"). Sin embargo, hasta entonces no había caído en la cuenta de lo complicado que es ser madre y maestra a la vez: no poder asistir al colegio de sus hijos por celebrar el Día de la Madre con otros niños. Eso ya lo había comentado mi profesora Pina Canales y luego Claudia y Miriam, profesoras del "Anselmo". Y sin ir muy lejos, que complicado debió haber sido para mi mamá tener que escaparse del trabajo para asistir a tres celebraciones en colegios distintos, o en aulas distintas. Y se me viene a la mente la cara triste (y las lágrimas) de un niño cuya madre, seguro que por trabajo, no pudo estar con él.
Lo hermoso de estas actuaciones es ver el talento de los niños y jóvenes, su alegría de poder compartir con sus mamás, y la emoción de las madres (y también las abuelas) a quienes se les "cae la baba" al ver participar a sus hijos. Quizás se olviden de la poesía, se desafinen en la canción, no se escuche el teatro o falte ensayo al baile, pero para una madre siempre serán unas grandes estrellas; como lo fui yo para la mía en aquella actuación familiar o cuando declame mirándole a los ojos en 1980.

¡FELIZ DIA DE LA MADRE!