jueves, 25 de diciembre de 2008

VILLANCICOS ALEGRES Y HUMILDES

Desde que aprendí, en Diciembre de 1974, el villancico “Sopa le dieron al Niño” (que, como bien dice el P. Ricardo Rodríguez: “A quién se le ocurre darle sopa a un niño recién nacido”), hasta el día de hoy, he escuchado y cantado muchos villancicos: los tradicionales villancicos españoles, los del famoso disco “Ronda de Navidad” grabado por los niños del Colegio “Manuel Pardo” de Chiclayo, los de “Los Toribianitos”, los que he escuchado a “Los Niños Cantores de Viena”,… Tantos villancicos que nos dicen “Es Navidad, ha nacido Jesús”. Me he emocionado con varios de ellos (sobretodo cuando ayudaba a dar la Comunión en una Misa de Gallo mientras cantaban el “Noche de Paz” y el “Adeste fideles”, una experiencia realmente impresionante), he reído con el “Rin rin” (En el portal de Belén… han entrado los ratones, y al bueno de San José… le han roído los calzones…); y también he meditado con algunos de ellos.
Y por ello, en este día de Navidad les propongo la letra de dos villancicos, que nos pueden ayudar a meditar en el Misterio del Nacimiento de Jesús.

El primero del P. Máximo Pérez, "Ay, ay, ay los pastores", que me recuerda como Dios se hace sencillo con los sencillos, cercano a los hombres de corazón grande y generoso. Léanlo conmigo:

No sabían leer en los libros, casi nunca asistían al templo,
Que sabían cuidar solamente
sus cabras y ovejas y mirar al cielo.
No entendían porque los rabinos
discutían con rostros tan serios,
Mas sabían estar vigilantes pasando la noche sin probar el sueño.

Ay, ay, ay, los pastores; ay, ay, ay, como son
Los demás son muy sabios, ay, ay, ay, ellos no
Ay, ay, ay, los pastores, ay, ay, ay, como son
Cuando todos se duermen, ay, ay, ay, ellos no.

No se extrañan de que Dios ame al hombre,
no se extrañan de que tome su cuerpo
No se extrañan de ver Madre y Virgen,
Ellos no se extrañan de que todo sea nuevo.
Se lo cuentan los unos a otros, a José, a María y al pueblo,
Lo propagan por todas las partes,
porque para todos es el Evangelio.

Invitados por Dios al banquete no pensaron llegar los primeros,
Porque estaban muy acostumbrados
en todas las cosas a ser los postreros.
Se aprendieron el canto celeste y cantándolo siempre vivieron:
“Paz al hombre a quien Dios ama tanto,
y a Dios que nos salva la gloria en el cielo”

El segundo es de Esteban de Cegoñal. “Quiero verte en Belén”, que nos invita a contemplar al Niño Jesús en su cuna, y a dejar brotar los sentimientos del corazón:
Quiero verte en Belén porque yo necesito
Encontrar en tu rostro de Niño sonrisa y calor,
Quiero verte en Belén porque allí sin cumplidos
Podré darte un abrazo y lograr tu perdón.

QUERO VERTE SEÑOR EN BELEN
HAZME UN SITIO EN TU HUMILDE PORTAL
PORQUE QUIERO APRENDER DE TU AMOR
EL MILAGRO DE AMAR.

Quiero verte en Belén porque sigo buscando
La ilusión la inocencia y la infancia que un día perdí
Quiero verte en Belén porque vivo añorando
La emoción de unos años que pasé junto a ti.

Quiero verte en Belén porque tú eres la roca
Que le da fundamento y sentido a todo mi ser.
Quiero verte en Belén porque tu eres la fuente
Donde nacen las aguas en que apago mi sed.
Y, para terminar, les pongo estos videos donde acompaño con el teclado a los Niños del Colegio "Hermano Anselmo María", cantando "Rin rin". No cantarán como los ángeles, ni como "Los Toribianitos", pero su entusiasmo y su alegría me han alegrado el corazón en esta Navidad.


¡FELIZ NAVIDAD CON JESÚS!

lunes, 22 de diciembre de 2008

NO HAY NAVIDAD SIN JESUS

Si mal no recuerdo, durante el Adviento de 1990, cuando pasaba por la capilla de la Universidad Católica (donde yo estudiaba Derecho), vi un afiche en el que aparecía un niño de poco tiempo de nacido, durmiendo en una cuna de pajas. Aquel niño no se parecía a los “Niños Jesús” estereotipados, que vemos en los nacimientos de las iglesias, ni a los que vemos en las obras de arte, (niños de tez blanca, rubios y de ojos azules); se parecía mas bien a un niño de los tantos que hay en los barrios populosos de Lima. Sin embargo, al ver esto, mi imaginación me trasladó a Belén, para contemplar al Niño Jesús recién nacido.
También recuerdo que, cuando era niño, pasaba por una relojería de la Av. Venezuela, en Breña y veía un afiche con una imagen del Niño Dios, que decía "No hay Navidad sin Jesús"; y siempre que lo recuerdo me pongo a pensar en el sentido de aquel slogan. Asimismo, hace pocos años, pasando por la Av. Javier Prado he visto la pancarta de una feria artesanal, que dice "Navidad es Jesús", y me alegra que haya gente que nos lo haga recordar.
Me pregunto ¿Para cuantos, realmente, la Navidad es Jesús y con Jesús? Para algunos Jesús está arrinconado en un nacimiento, adornado primorosamente, pero sólo como elemento decorativo, por costumbre; para otros Jesús está "sobreentendido" o "entre líneas", porque se fijan sólo en las costumbres sociales. Yo no sé si alguien sería capaz de celebrar el "Día de la Madre", saludándola apenas, o reuniéndose con sus hermanos y otros familiares pero arrinconando a su mamá en algún lugar apartado de la casa (para que moleste lo menos posible). Quien hiciera esto se comportaría de manera indigna con su madre. Pues bien, ¿Cuántas personas hacen esto con Jesús?
En estos días de Navidad de quien menos se habla en nuestros ambientes es de Jesús. Se habla de regalos, de gratificaciones, de comidas... Es curioso como las películas que vemos en estos días (muchas de ellas son unas verdaderas "telelloronas") hablan de árboles de Navidad, de Papá Noel, de regalos... ¿Y de Jesús? Bien gracias.
Yo no tengo nada contra los regalos (a mi me encanta darlos y recibirlos), ni contra las costumbres que hay en estos días en cuanto a comidas se refiere, ni contra Papá Noel. Es más, es bonito que en estos días las familias se reúnan para estar juntos, la gente se sienta más buena y generosa que quiera compartir un regalo como muestra de cariño a un ser querido, o quieran compartir chocolate caliente (aunque en estos días, cercanos al verano, haga mucho calor) con la gente que les rodea o con aquellos que no tienen recursos económicos. Pero me parece que es justo y necesario que en estos días pongamos el corazón en Jesucristo recién nacido: es Jesús quien hace el milagro de compartir, de perdonarnos, de unir a la familia dispersa. Ni los regalos, ni las comidas, ni siquiera la unión familiar de este día tienen sentido, si es que Jesucristo no está presente de modo patente en nosotros (no "sobreentendido" o "entrelíneas"), si no nos damos un tiempo para contemplarle, meditar el Evangelio, hablarle, mirarle; para reconciliarnos con él y recibirle en la Comunión de la Misa de la Noche o el Día de Navidad, para agradecer el amor de Dios que nos ha enviado a su Hijo para salvarnos, para que sea nuestro amigo y hermano.
La Navidad es Jesús que trae alegría y paz, y que por lo mismo todas nuestras costumbres deben ser el reflejo de nuestra ALEGRÍA EN EL SEÑOR: "Les doy una gran noticia una alegría para todo el pueblo: Ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor..." (Lucas 2, 10-11). Es verdad que, para aquellos que sufren a causa de la muerte o ausencia de un ser querido, de la enfermedad, de la falta de trabajo, o de un trabajo demasiado sacrificado (policías, médicos y enfermeras de turno en los hospitales, etc.), el sentimiento más fuerte es el de la tristeza y la melancolía. Sin embargo, para este "pueblo que caminaba en tinieblas", "una luz les brilló,... porque un Niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado" (Isaías 9, 1. 5); la Buena Noticia de la Navidad es para todos los que, con un corazón sencillo, acogen al Salvador, como los Pastores de Belén: ellos no tenían grandes banquetes, eran ignorantes, eran pobres, no tendrían a todos sus seres queridos con ellos, ni entendían las complicaciones de los Maestros de la Ley, y sin embargo fueron los primeros en contemplar al Salvador y, junto con María y José, vivieron, mejor que nadie, la Navidad.
Por ello les invito en esta Navidad a pedir, no sólo por los pobres (muchas veces pedimos para ellos sólo bienes materiales), sino por aquellos que tienen todo (dinero, trabajo, salud, familia unida), pero no tienen a Jesús: para que le busquen, le encuentren, le quieran y sean como Él; para que comiencen una amistad fuerte y duradera con Jesús; para que en esta Navidad la Palabra se haga carne, habite entre nosotros y contemplemos su gloria, en nuestro corazón y en nuestra familia.
Que María, nuestra Madre, nos ponga junto a su Hijo recién nacido. Si tenemos a Jesús en Navidad, lo demás vendrá por añadidura.

¡Feliz Navidad con Jesús!

jueves, 4 de diciembre de 2008

ESPERAMOS, SEÑOR, TU VENIDA DE VERDAD


El título de este artículo corresponde al estribillo de uno de los cantos que empleamos en la liturgia de Adviento. Lo escuché por primera vez en nuestra parroquia el primer Domingo de Adviento en Noviembre de 1982.
Hoy quiero compartir con ustedes una reflexión (reflexión que ya en otras ocasiones he hecho en la Parroquia de Nuestra Señora de los Desamparados) sobre una de las estrofas de este canto, porque, desde la primera vez que lo escuché (y más aún cuando me detuve a leer con calma la letra del mismo), me quedé profundamente impresionado por el mensaje que nos da.
La última parte del canto dice así:
Villancicos alegres y humildes, nacimientos de barro y cartón,
más no habrá de verdad nacimiento, si a nosotros nos falta el amor.
Si seguimos viviendo en pecado, o haya un niño que llore sin pan,
Aunque suenen canciones y fiestas, no podremos tener Navidad.
Esperando.
Esperamos, Señor, tu venida, tu venida de verdad.

Ya vemos como las tiendas y centros comerciales comienzan a tomar un “ambiente navideño”: árboles, luces, adornos, Papa Noeles, nacimientos, etc., y junto con ellos no tardarán en sonar los villancicos. Todos ellos nos dicen: Se viene la Navidad. Pero ¿Qué Navidad se viene? ¿La Navidad de las luces, adornos, panteones y pavos, PERO SIN JESUS? Parece que el ambiente navideño está solo en lo externo, y no en la espera del Señor. La venida del Señor no es solo esperar a que Jesús nazca en la liturgia y en los nacimientos. Es hacer que Jesús nazca en los corazones, en nuestra sociedad, en nuestras casas, en nuestro barrio. ¡Esperamos, Señor tu venida de verdad!
Y la canción nos hace una advertencia que, a mi personalmente, me deja un poco preocupado: Si seguimos viviendo en pecado, o haya un niño que llore sin pan, AUNQUE SUENEN CANCIONES Y FIESTAS NO PODREMOS TENER NAVIDAD.
Nuestra sociedad (sociedad que se dice Católica) está muy lejos de Dios. Muchas veces los cristianos no somos luz del mundo, ni sal de la tierra, sino todo lo contrario. Y podemos verlo a nivel personal, familiar y social. Fruto de ese pecado vemos a gente que no tiene un trabajo o un salario digno, violencia, familias destruidas, madres abandonadas, niños explotados que tienen que vender caramelos en los carros, o hacer acrobacias en las calles para ganarse unos cuantos centavos. Pues bien, mientras todo eso exista como fruto del pecado, aunque los coros infantiles canten villancicos, o hayan muchas propagandas de panteones, chocolates y pavos, no habrá Navidad. ¡Esperamos, Señor, tu venida de verdad!
La venida del Señor no es solamente celebrar su nacimiento, o esperar su última venida al final de los tiempos; es hacer que su Reino ya esté en la tierra, construyendo una sociedad de hermanos, de justicia, de amor y de paz. Es destruir el pecado, personal y social, y hacer que el Señor esté presente en todos los aspectos de nuestra vida. Por todo ello nuestra vida es un constante Adviento, es decir un constante esperar la venida del Señor y construir su reino. ¡Eso es esperar al Señor con las lámparas encendidas! Y por ello la venida del Señor no es el fin del mundo, el Apocalipsis que presentan las películas. ¡La venida del Señor es lo mejor que nos puede pasar! No en vano la oración de los primeros cristianos era esa “¡Marana Tha! ¡Ven, Señor Jesús!”, porque sabían que su presencia en el mundo y en sus vidas es lo mejor que les podía suceder.
Hagamos que en este Adviento Jesús esté en nosotros, desterrando el pecado, acercándonos a los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía; y haciendo que Jesús esté presente entre nosotros, en nuestras familias, en nuestro barrio, en nuestro mundo.
¡Esperamos, Señor, tu venida! Pero no con los brazos cruzados. ¡Tú vienes con nosotros!

miércoles, 3 de diciembre de 2008

DIOS ENTRE JUICIOS

Foto de la inauguración de la Capilla del Palacio de Justicia el 17 de Noviembre del 2008 por el Cardenal Juan Luis Cipriani.

Padre nuestro que estás en la calle,
entre el tráfico, el ruido y los nervios,
que se cumpla, Señor, tu Palabra,
lo mismo en la tierra que arriba en el cielo.

PADRE NUESTRO, PADRE NUESTRO,
NO ERES UN DIOS QUE TE QUEDAS
ALEGREMENTE EN TU CIELO.
TÚ ALIENTAS A LOS QUE LUCHAN
PARA QUE LLEGUE TU REINO.
(J. A. Olivar)

Como Abogado que soy tengo que realizar, de cuando en cuando, una visita al Palacio de Justicia. El lunes 24 de noviembre tuve que estar por allí para recoger en la sede del Colegio de Abogados un compendio de leyes que nos obsequiaba el Decano. Al estar por allí recordé que había leído en la página web del Arzobispado de Lima (http://www.arzobispadodelima.org/) que el Señor Cardenal Juan Luis Cipriani había inaugurado una Capilla el 17 de Noviembre, por lo que me decidí visitarla.
La Capilla está muy bien arreglada, con cuadros de la Virgen del Carmen, del Señor de la Justicia, de San José y otros santos más. Lo único de malo es que el techo es de vidrios (o acrílicos, no lo pude distinguir) casi transparente que, al mediodía, deja pasar los rayos del sol, lo cual dificulta el recogimiento para la oración.
Al estar allí me puse a pensar: ¿Es posible encontrar a Dios en medio de todos estos juicios y expedientes, entre el bullicio de la gente que clama por justicia? Por esos lugares del Palacio de Justicia están los Juzgados Penales y la Carceleta a donde van las personas que han cometido algún delito ¿Cómo encontrar a Dios al lado de tanta gente que está procesada por haber cometido algún delito, delitos que muchas veces son pecados graves? ¿Estará Dios cerca de donde se corrompen a los abogados, secretarios y jueces para torcer el sentido de la justicia?
Aparentemente a Dios solo se encuentra donde abunda la santidad, los buenos ejemplos, la vida de la gracia. Y se ha querido meter allí donde parece estar ausente. Y nos invita a contemplarlo y a mirarlo allí, en medio de los jueces, abogados, procesados, policías y expedientes, allí donde quizás “sobreabunda” (?) el pecado, porque ha venido para salvar a los que estaban perdidos.
Allí, en el Palacio de Justicia, lo necesitamos a gritos y se ha quedado en el Sagrario de esta soleada capilla para esperarnos, como amigazo del alma, con los brazos abiertos.