viernes, 5 de julio de 2013

ADIÓS, JUAN PABLO II

Este artículo lo escribí a los pocos días de la partida del Papa Juan Pablo II a la Casa del Padre, y fue publicado en el Boletín Parroquial de Desamparados en Abril del 2005. Hoy, que se nos ha anunciado su próxima canonización, lo comparto con ustedes. 
Cuando murieron Pablo VI y Juan Pablo I yo tenía 9 años. No me acuerdo haberlos visto celebrando Misa por televisión, o hablando a la gente. Sólo recuerdo haber oído sus nombres en las noticias y unas cuantas fotos en algún libro o periódico.
Cuando Juan Pablo II fue elegido Papa llamó la atención tener a un polaco en el trono de San Pedro (después de 400 años de Papas italianos). Durante su Pontificado comencé a sentirme Iglesia: hice la Primera Comunión, empecé a asistir a Misa los Domingos (y escuchaba el nombre del Papa en la Plegaria Eucarística), lo veía en los noticieros, comencé a participar en la Parroquia. Y, como ustedes, lo he visto visitando países, saludando a la gente, a los jefes de estado, a los enfermos (incluso a los de SIDA cuando se consideraba “peligroso” acercarse a uno de ellos), a los niños y ancianos; incluso, en medio de su enfermedad y a pesar del desgaste físico, saludando a los jóvenes y elevando los brazos con ellos. Juan Pablo II nos ha sorprendido de muchas maneras: pidió perdón por los pecados de la Iglesia, se ha reunido con líderes políticos como Fidel Castro y Jimmy Carter, se ha acercado a las demás religiones. Ha sido fiel al Evangelio, sobretodo para defender la Vida del ser humano hablando contra el aborto, la eutanasia, la explotación de los niños y el terrorismo. Ha sido fiel en su ministerio hasta el final.
Cuando Juan Pablo vino al Perú yo estuve entre las miles de personas que salió a recibirle el 01 de Febrero de 1985, y entre el millón de jóvenes que pasamos un día extenuante en el Hipódromo de Monterrico, haciendo colas interminables y alimentándonos con algunos panes y agua de caño, en un día sumamente caluroso (2 de Febrero). Recuerdo que, después que nos expuso las Bienaventuranzas y de exhortarnos en la construcción de un Perú mas justo, un grupo de jóvenes salio a bailar y el Papa nos decía que los jóvenes del Perú sabemos cantar y bailar. También estuve en el Congreso Eucarístico aquel 15 de Mayo de 1988 en Plaza San Miguel, cuando madrugamos para asistir a aquella Misa. Muchos dijeron después que fueron por “novelería” o por curiosidad; pero, cuando Juan Pablo agonizaba, todos (incluidos curiosos y “noveleros”) estábamos preocupados por él, y ésa circunstancia me hizo recordar el pasaje de Hechos de los Apóstoles cuando Pedro estaba en la cárcel por orden de Herodes y la Iglesia oraba por él (Hechos 12, 1-11).
Hoy Juan Pablo ya descansa en el Señor. Para mi ha sido impresionante ver que, después de que tocáramos las campanas anunciando su partida, habían personas que entraban al templo para orar, el Domingo 3 de abril (del 2005) vino más gente a Misa, y en la Misa que ofrecimos por su eterno descanso el Martes 5 el templo estaba lleno como si fuera un día festivo. Y es que, a pesar de lo que han dicho algunos periodistas e intelectuales en contra de su pontificado, a pesar de las “novelerías” y las sectas, Juan Pablo II era admirado y amado por la humanidad, al margen de las diferencias religiosas e ideológicas: nadie más que él pudo congregar en su funeral a gente de muchos países, culturas, ideologías y religiones. La humanidad se unió en Roma en torno a Juan Pablo II.
En comunión con toda la Iglesia agradezcamos a Dios por la vida Juan Pablo II y pidamos a Dios que nos  de siempre Pastores buenos y santos que guíen a la Iglesia al encuentro con Dios.