sábado, 19 de abril de 2014

LA CELEBRACION DEL TRIDUO PASCUAL - DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCÓN

VIGILIA PASCUAL
La Vigilia Pascual es el corazón de la Pascua, la celebración más importante de todo el Año Litúrgico. Es una celebración de carácter nocturno, la simbología litúrgica nos obliga a realizarla de noche (luz que vence a las tinieblas, el Cirio Pascual que ilumina la iglesia, la noche en que Cristo vence a la muerte); por ello debe empezar después que anocheció el Sábado (muchos lo empezamos a las 8 o 9 de la noche del Sábado) y debe terminar antes que amanezca el Domingo (¿alguna comunidad se animaría a empezar la Vigilia Pascual el Domingo a la 1 o 2 de la madrugada?).
Es una noche en vela, de fiesta y alegría, porque Cristo ha vencido a la muerte, pero también es una noche en la que la Iglesia, con las lámparas encendidas, espera el retorno de Cristo. Por ello, no debemos tener miedo que sea una liturgia larga, si se celebra en un clima de alegría y jubilo no resultará pesada y será la mejor propaganda para que la gente asista el año siguiente.
Nuestra Vigilia Pascual consta de 4 partes:
- Lucernario: Fuera de la iglesia se prepara el fuego, del cual se encenderá el Cirio Pascual en que se encenderán las velas de los fieles y que ingresará al templo que estará a oscuras. Ya en la iglesia se canta el “Pregón Pascual” que es el anuncio de la Resurrección de Cristo y la evocación de los grandes momentos de la historia de la Salvación: la inmolación de Cristo el Cordero Pascual, el paso del Mar Rojo, la restitución a la gracia de los pecadores; y espera que Cristo encuentre a la Iglesia reunida con las lámparas encendidas.
- Liturgia de la Palabra: Esta es una noche de oración, de contemplar y escuchar con calma la Palabra de Dios. La Iglesia nos propone 7 lecturas del Antiguo Testamento: La Creación, el Sacrificio de Isaac, el Paso del Mar Rojo (esta lectura es obligatoria), la Misericordia y el amor eterno de Dios (Isaías 54, 1.4),  la Alianza nueva con Dios (Isaías 55, 1-11), El camino a la claridad del resplandor del Señor (Baruc 3, 9-15. 32-4,4) y la promesa del agua purificadora (Ezequiel 36, 16-28). Terminadas las lecturas del Antiguo Testamento se entona el “Gloria a Dios en el cielo” y, luego de la oración colecta, se proclama la Epístola (Romanos 6, 3-11); se canta solemnemente el “Aleluya” (que no se canto durante la Cuaresma), seguido del Salmo 117 y se proclama el Evangelio de la resurrección del Señor.
- Liturgia Bautismal: La tercera parte de la Vigilia es la celebración (o el recuerdo) del Bautismo, si hay catecúmenos se bendice el agua bautismal y se celebran los Bautismos y las Confirmaciones; si no hay bautizandos, se bendice el agua y luego la asamblea, con las velas encendidas renueva sus promesas bautismales: renuncia al pecado y hace su profesión de fe; acto seguido el sacerdote asperja con agua bendita a la asamblea recordando el Bautismo. ¿Por qué se celebran los Bautismos o se recuerda este sacramento en la Vigilia Pascual? La razón nos la ha propuesto san Pablo en la Epístola de esta noche: el Bautismo es nuestra participación en la muerte y resurrección de Cristo, el hombre viejo muere y renace un hombre nuevo.
- Liturgia Eucarística: La de esta noche es la Eucaristía por antonomasia, la celebración del banquete con el resucitado, memorial de su muerte y de su resurrección. Terminada la Misa el sacerdote o el diácono nos despide diciendo “Pueden ir en paz aleluya, aleluya” y nuestra despedida gozosa es “Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya”

DIA DE PASCUA
Este día es el gran Domingo del año, cantamos con toda la Iglesia “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”. Han comenzado 50 días de fiesta que concluirán con el Domingo de Pentecostés. Es día de fiesta y alegría.
La liturgia nos invita alegrarnos: nuestros Templos se visten de fiesta, suenan los instrumentos, adornamos con flores el altar y el Cirio Pascual arde junto al ambón.
Durante los 50 días de Pascua leemos en la primera lectura el libro de los Hechos de los Apóstoles. La primera lectura del Día de Pascua es el testimonio de Pedro en Casa del pagano Cornelio (Hechos 10, 34a. 37-43), seguido del Salmo 117; la segunda lectura es una invitación a buscar los bienes de arriba (Colosenes 3, 1-4); y, antes del canto del “Aleluya”, se proclama la secuencia “Victimae Paschali laudes” (Ofrezcan los cristianos), una hermosa pieza poética medieval que exalta el triunfo de Cristo el Cordero inmolado y recuerda el testimonio de María Magdalena. El Evangelio es el relato del descubrimiento del sepulcro vacío contado por san Juan (Juan 20, 1-9)
Han comenzado 50 días de fiesta, como si fueran un solo Domingo. Que, después de acompañar a Jesús en su Pasión, podamos acompañarlo en su resurrección y que podamos decir como Pedro: “Nosotros damos testimonio de que hemos comido y bebido con él después de la Resurrección”.

viernes, 18 de abril de 2014

LA CELEBRACION DEL TRIDUO PASCUAL III - SÁBADO SANTO DE LA SEPULTURA DEL SEÑOR

Es el día de la sepultura del Señor. Es la experiencia del vacío, la soledad: cuando muere algún miembro de la familia “se nota su ausencia”. El Señor esta sepultado, no esta, no hay sacramentos, ni Eucaristía (excepto como Viático).
Pese a que no hay Misa, la Iglesia celebra la Liturgia de las Horas y recomienda el ayuno, mientras espera la Resurrección del Señor.

Hay una confusión al llamar a este día “Sábado de Gloria”: pienso que la razón de este nombre se debe a que hasta la primera mitad del siglo XX los oficios equivalentes a nuestra Vigilia Pascual se celebraban en la mañana del Sábado Santo anticipándose la Resurrección del Señor. Con la restauración de la Semana Santa en la década del cincuenta el Sábado Santo recuperó su antiguo significado: ser el día de la sepultura del Señor y no de la Resurrección, más aún, si tenemos en cuenta que la Vigilia Pascual (que celebramos en la noche del Sábado), no es la celebración del Sábado Santo, sino la primera celebración del Domingo de Pascua de Resurrección.
Oremos en silencio junto a la tumba de Jesús y acompañemos a María en el misterio de su Soledad.

jueves, 17 de abril de 2014

LA CELEBRACION DEL TRIDUO PASCUAL II - VIERNES SANTO DE LA MUERTE DEL SEÑOR

La Iglesia nos invita contemplar el Triunfo de Cristo en la Cruz. Es curioso que San Juan señala que el día en que murió Cristo se inmolaba el Cordero Pascual.
En este día, por una tradición muy antigua no hay Misa, pero si Liturgia: tanto el Oficio Divino, como la Celebración de la Pasión del Señor. También es un día de ayuno y abstinencia obligatorio.
La celebración de la Pasión no es una celebración de luto de la Iglesia, sino de Triunfo de Cristo exaltado y glorificado en la Cruz. El color de las vestiduras no es el negro o morado de difuntos (antiguamente se usaban estos colores), sino el rojo, el color del triunfo de los mártires.
La Liturgia de la Pasión consta de tres momentos
- Liturgia de la Palabra: El sacerdote y los ministros ingresan al templo sin canto, con ornamentos de color rojo, se postran en tierra y dice una primera oración. No hay acto penitencial. La proclamación de la Palabra de Dios consta de tres lecturas (además del Salmo Responsorial): la primera es el Cuarto Cántico del Siervo de Yavé (Isaías52, 13―53, 12), en el que la tradición ha visto profetizado los sufrimientos del redentor; la segunda (Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9) nos presenta el sacrificio de Cristo como el ejercicio de su sacerdocio; y, como es tradicional, se proclama la Pasión según San Juan, que presenta a Cristo como el Cordero Pascual inmolado en quien se cumplen todas las profecías y cuya muerte no es un fracaso sino su glorificación. Luego de la Homilía, se hace la Oración Universal en la que se proclaman 10 intenciones (por la Iglesia, el Papa, los Fieles, los Catecúmenos, la Unidad de los Cristianos, los Judíos, los que no creen en Dios, los que no creen en Cristo, los gobernantes y los atribulados), según la antigua manera romana, presentando a Dios Padre las grandes intenciones de la Iglesia Universal.
-  Adoración de la Cruz: Este rito tiene su origen en Jerusalén, en este día el Obispo daba a besar el “Lignum Crucis”; posteriormente pasó a toda la Iglesia. Hay que tener presente que nosotros no adoramos la Cruz, sino a Cristo crucificado quien en el madero de la Cruz da su vida en rescate por todos. Los cantos nos invitan, por un lado a considerar nuestras ingratitudes frente a Dios (“Pueblo mío ¿qué te he hecho? Yo te saqué de Egipto….y tu hiciste una Cruz para tu Salvador”) y por otro lado exaltan el Misterio y el Triunfo de Cristo crucificado (“Tu Cruz adoramos, Señor y tu anta resurrección alabamos y glorificamos”; “Oh Cruz fiel árbol único en nobleza…”)
La sagrada Comunión: Terminada la adoración de la Cruz el altar (que ha permanecido desnudo desde el final de la Misa del Jueves Santo) es vestido con un mantel para la celebración de la comunión, memorial de la Muerte y Resurrección del Señor. Terminada la Comunión se hace una Oración sobre el pueblo y se termina la liturgia sin canto ni bendición final.
Contemplemos en este día a Cristo crucificado. Que la liturgia de hoy, y los ejercicios de piedad (procesiones, Vía Crucis), nos ayuden a profundizar en el amor de Jesús que nos amó y se entregó por nosotros.

miércoles, 16 de abril de 2014

LA CELEBRACION DEL TRIDUO PASCUAL - I. JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR

Cada año la Iglesia Católica celebra los Misterios de la Muerte y Resurrección de Jesucristo en la denominada Semana Santa. El corazón de todos estos días (y también del Año Litúrgico católico) lo constituye el Triduo Pascual de la Muerte Sepultura y Resurrección del Señor.
En las siguientes líneas trataremos de explicar el sentido de cada uno de estos días, a fin de conocer mejor nuestra liturgia.
Ante todo, debemos partir de que, un Triduo, lo constituyen tres días de celebración, en el caso del Triduo Pascual lo constituyen el Viernes Santo de la Muerte del Señor, el Sábado Santo de la Sepultura del Señor y el Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, constitución que viene desde los primeros siglos de la Iglesia (San Agustín llamará a estos días el Triduo del Crucificado, Sepultado y Resucitado). Hasta hace muy poco se consideraba al Jueves Santo como parte de este Triduo; sin embargo, la Iglesia, siguiendo a la antigua tradición considera al Jueves Santo como el último día de la Cuaresma (antiguamente era el día en que se reconciliaban a los penitentes); y la tarde o noche del Jueves Santo es la “Introducción al Triduo”  (algo así como las “Primeras Vísperas”).

JUEVES SANTO:
Cono ya dijimos, la celebración de la tarde o noche del Jueves Santo es la “Introducción al Triduo Pascual”  (cabe señalar que la Misa Crismal, que se celebra en las catedrales el Jueves Santo en la mañana no forma parte del Triduo, sino de la Cuaresma). En esta noche se tiene la Celebración de la Cena del Señor, que es la conmemoración de la Institución de la Eucaristía, del Sacramento del Orden y del mandato del Señor de amarnos mutuamente, todo esto en la noche en que el Señor fue entregado a su Pasión.
Las lecturas de la Misa nos presentan tres aspectos de esta celebración:
- La Cena Pascual de los Judíos (Éxodo 12, 1-8. 11-14). Este pasaje nos da el contexto en el cual Jesús celebró la Última cena y se ofrece como el verdadero Cordero Pascual.
- El relato de la Última Cena: (1 Corintios 11, 23-26) es el texto más antiguo que nos habla de la Eucaristía. San Pablo nos presenta a esta celebración como el memorial de la muerte del Señor hasta que vuelva.
- El lavatorio de los pies (Juan 13, 1-15). San Juan pone este relato como el comienzo de la “Hora” de Jesús, donde amando a los suyos hasta el extremo deja el encargo de amar y servir.

Dentro de la Misa de esta noche hay elementos extraordinarios que nos llaman la atención:
- El lavatorio de los pies: en la cual el sacerdote, repitiendo el gesto de Jesús, lava los pies a doce personas de la comunidad, para indicar que está al servicio de sus hermanos (recordemos que entre los judíos el lavar los pies a los invitados era un gesto de hospitalidad que no lo hacía el dueño de casa sino el sirviente o el esclavo).
- El Traslado del Santísimo al Monumento: Terminada la comunión y dicha la oración final se inciensa el Santísimo y se le traslada en procesión hasta una capilla adornada donde permanece en Reserva Solemne hasta la medianoche (en que comienza el Viernes Santo). El nombre de “Monumento” tiene su origen en una simbología que veía al lugar de la reserva como “Monumento Sepulcral de Cristo”. En realidad se trata de reservar el Cuerpo de Cristo para la Comunión del Viernes Santo, y aunque entre nosotros los Monumentos son capillas adornadas con mucha elegancia, la Iglesia nos invita a ser sobrios
- La denudación de los altares: Terminada la Misa se desnuda el Altar, dejándolo sin luces, ni flores, ni manteles. Tiene su origen en una tradición antigua en que los días en que no había Eucaristía se despojaba de todo al altar, como el Viernes Santo no hay Misa se procede a quitar y guardar manteles y candelabros. En la Edad Media se vio en este gesto una simbología de Cristo despojado de sus vestiduras.

Que, en este día, los textos bíblicos y los gestos litúrgicos nos animen a contemplar el gesto de entrega de Jesús: entrega a sus discípulos a quienes sirve como el último de los esclavos, entrega de su vida por nuestra salvación, entrega de su Cuerpo y su Sangre como memorial de su muerte y resurrección y presencia real y permanente en la Iglesia.

lunes, 14 de abril de 2014

NOTAS PARA EL DOMINGO DE RAMOS

Con la bendición y procesión de los ramos hemos dado inicio a la Semana Santa. Son unos días muy intensos, el corazón del Año litúrgico, con celebraciones y tradiciones ricas en simbolismo. Son también días de mucho trabajo para los sacerdotes (que tienen que atender las confesiones de los fieles), para los encargados de liturgia (que tienen que hacer muchos preparativos); y también para las Cofradías y Hermandades que tienen como titulares a Cristo en su Pasión y a nuestra Madre Dolorosa.
Hemos oído en la bendición de los ramos como Jesús entra en Jerusalén aclamado por la gente sencilla que había acudido para la fiesta de la Pascua. Las palmas, en la iconografía cristiana, son el símbolo del triunfo que se obtiene después de la muerte por causa del Evangelio, de allí que los mártires son representados vestidos de blanco con palmas manchadas de sangre en las manos; el olivo simboliza la paz, y con sus ramas se coronan a los vencedores, tal como vemos en las Olimpiadas. Aclamamos a Cristo con palmas y olivos como un anticipo de su resurrección.
Pero para llegar a la resurrección, para que la vida triunfe sobre la muerte, es preciso enfrentar a la misma muerte. San Pablo, en la Carta a los Filipenses, nos recuerda como Cristo, siendo Dios, por nosotros se hace hombre, y se somete a la muerte. La Pasión que hemos escuchado, nos relata como fue esa “una muerte de cruz”: violenta, humillante, dolorosa… Una Pasión ante la cual Jesús le pide a su Padre, “a gritos y con lágrimas”, que, si es posible, le libre de esa hora difícil. Una Pasión que llega a tal grado de abandono y sufrimiento que hace al Hijo de Dios sentirse abandonado por todos, al punto de gritar, como muchos lo han hecho en las horas difíciles “¡Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?!”
Pero ese abandono y esa muerte no fueron la ni última ni la definitiva palabra de Dios. Jesús se somete a la muerte “y por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre”, nos ha dicho la carta a los Filipenses: después de enfrentarse a la muerte Jesús resucita y destruye las cadenas de la muerte. La vida vence a la muerte ¡Esta es la palabra definitiva de Dios! Y nosotros estamos llamados a esa vida con Cristo.
Celebremos esta “Semana Mayor” con espíritu de recogimiento. ¡Qué no se ahogue nuestro espíritu de oración! ¡Qué tengamos tiempo para orar y estar con Cristo, acompañándolo en su Pasión! Y que, después de haberlo acompañado en su Pasión y muerte, le acompañemos y le sigamos, también, en la gloria de la resurrección.