lunes, 8 de agosto de 2011

LA CALAVERA

Yo creo que toda familia debe conservar entre sus cosas alguna reliquia o curiosidad que puede llamarnos la atención. Muchas veces esas reliquias serán objetos religiosos o de arte que pertenecieron a las abuelitas de antaño, otras veces obsequios que guardan un valor sentimental.
En mi caso, junto con algunos objetos de "incalculable valor sentimental", conservamos una Calavera, es decir los huesos, debidamente armados, de una cabeza humana. ¿Qué hacemos en casa con algo así? ¿Cómo llegó a mi familia?
Esta es su historia:
Corría la década de los años 1950, y mi tio Modesto, hermano de mi mamá, era estudiante de Odontología de la Universidad de San Marcos; para poder hacer sus estudios y prácticas pedían que cada estudiante consiga un determinado número de calaveras. Como ustedes comprenderán, muchos estudiantes universitarios no cuentan con recursos económicos para adquirir algo así. Así que, mi tío, poniéndose de acuerdo con algunos de sus compañeros de la Universidad, tuvieron que ingeniarse para conseguirlas y poder estudiar. Las calaveras cumplieron su misión de servir para la causa de la ciencia en aquellos años universitarios.
Cuando mi tio Modesto dejó de vivir con mi mamá le dejó una calavera. Mi madre la guardó, quizás con la esperanza de que alguno de sus hijos siguiera estudios de medicina u odontología. Es así como esa calavera llegó a convertirse en "parte de la familia" sin que mi papá haya puesto objeción alguna cuando se casó con mi mamá (tampoco podía hacerlo: mi abuela paterna también guardaba una).
Cuando vinimos al mundo mis hermanos y yo, mi mamá nos enseñó a "tratar" a la calavera con mucha naturalidad, pero también con mucho respeto: naturalidad porque no había nada de que asustarse, y respeto porque no era un juguete (algo que de cuando en cuando nos lo tenía que recordar porque se nos olvidaba). Era curioso que la Calavera que teníamos en casa no nos causaba miedo, pero si nos asustaban las calaveras que aparecían en películas como "Terror de las calaveras" que hace muchos años dieron en Canal 4 (ahora me resulta cómico recordar la propaganda de esa película de "terror" donde aparecían varias calaveras haciendo piruetas y círculos).
Pese a que mi familia no le tenía miedo, no faltaba alguna persona que venía a trabajar a mi casa que se asustara de su presencia, y en algún caso salga despavorida.
Dicen que las calaveras cuidan las casas y evitan los robos, no lo sé. Cuando vivía en Chacra Ríos nunca nos robaron nada; pero (y no quiero difamar a nadie), viviendo en Surco nos robaron dos veces, con la Calavera en la casa, dos perros que dormían plácidamente, y un loro que, según las malas lenguas, le dijo "Hola" a los ladrones.
En mis años escolares la Calavera siguió cumpliendo el objetivo para el cual se quedó entre nosotros: servir para estudio de la anatomía humana. Y valgan verdades que ha cumplido bien su objetivo. Ahora que tanto mis hermanos y yo ya hemos terminado nuestros estudios universitarios (dos abogados y una ingeniero), la Calavera descansa entre los libros de Derecho que tenemos en casa.
Quizás algún día, alguno de mis sobrinos, o de mis sobrinos nietos, haga que nuestra Calaverita visite nuevamente una Facultad de Medicina o de Odontología.