La celebración del primer cumpleaños es todo un acontecimiento para la familia, mas aún si se trata del primer hijo o del primer nieto: el nacimiento ha cambiado la vida de los padres y también de toda la familia, y mientras el niño va abriéndose a la vida los padres se abren a la nueva experiencia, a un constante aprendizaje. Por experiencia propia se muy bien que con el primer hijo se hacen todo tipo de experimentos: para que duerma, para que no llore, para usar que tipo de ropa, y ni que se diga de las vacunas y las primeras enfermedades (sin contar que las familiares ya mayores, léase tías y abuelas, recomiendan a las madres a repetir con sus hijos los mismos experimentos que ellas realizaron con cierto éxito). A esto hay que añadirles los experimentos que se hacen cuando comienzan a ir al colegio, a hacer las tareas, y hasta cuando van a la Universidad. De alguna manera (y solo de alguna) cuando viene el segundo y el tercer hijo ya los padres están un poco (y sólo un poco) mas preparados, porque nadie les enseña a ser padres y menos de los hijos que les ha tocado. Bien dice mi amigo Enrique Rodríguez que cuando uno compra un artefacto electrodoméstico éste viene con su manual de instrucciones para que funcionen bien y si sale mal se devuelve; pero en el caso de los hijos eso no funciona de ese modo.
Pues yendo al tema del presente post les contaré que cuando yo cumplí un año el acontecimiento pasó a segundo plano: por aquellos días mis padres se encontraban a la espera del nacimiento de mi hermano Dante y, como suele suceder, hay gastos y preocupaciones. Mi mamá dió a luz el 16 de Junio, tres días antes de mi cumpleaños, no sin antes pasar por un parto con relativa dificultad, ya que, debido a que mi hermano no se acomodaba bien para tener un parto normal, mi madre estaba condenada a una cesárea (tengan presente las dificultades quirúrgicas de hace 40 años, hoy en día el "parto normal" es una cesárea: casi todas mis familiares y amigas han dado a luz de esa forma), sin embargo, ya camino al quirófano mi hermano se acomodó, y no hubo necesidad de operación alguna. Mis padres hicieron lo posible para que a mi madre le den de alta pronto y estar el 19 en casa para acompañarme en mi primer cumpleaños.
No se pensaba en realizar ninguna celebración (no creo que hayan estado con muchos fondos ni con mucho físico para ello). Pero mi primer cumpleaños no podía pasar desapercibido, ya que soy el primer nieto del clan Tantaleán Vidaurre. Así que, para matar dos pájaros de un solo tiro mis abuelos Armando y Mercedes, así como mis tíos paternos se aparecieron en la casa llevándome una torta para saludarme y, con mucha sencillez, celebraron mi primer cumpleaños y acompañaron a mis padres y a Dante en la casa. Allí me tomaron una foto con las manos en la torta, primer registro fotográfico de mi afición por los dulces.
Por diversas razones hubo que esperar hasta 1973 para que tuviera una fiesta de cumpleaños, una de ellas fue que mi abuelita Mercedes, mamá de mi papá (y de seguro la mas entusiasmada en celebrar mi primer cumpleaños) falleció el 12 de Junio de 1971 (una semana antes de mi segundo cumpleaños y días antes del primer cumpleaños de Dante). De hecho mi primera fiesta de cumpleaños con la presencia de varios niños (casi todos los asistentes eran casi de la misma edad que yo), torta, piñata, decorado, etc. fue cuando en 1973 cumplía 4 años. De esa fiesta tengo un vago recuerdo y algunas fotos que no encuentro para compartirlas con ustedes. De lo que si estoy seguro es que, en aquel cuarto cumpleaños, no hubo "hora loca".
En estos años he celebrado mis cumpleaños de varias maneras: con fiesta o con sencillez, con alegría y con pena. Quiero recordar a mi tía Adriana quien, cuando cumplí 8 años me regaló la torta que ella misma hizo y que me había prometido meses antes. No imaginé que, 27 años después, el día de mi cumpleaños, ella nos dejaba después de una penosa enfermedad. Sin embargo, ahora me doy cuenta que en aquellas veces en que la pena me embargaba el día de mi cumpleaños por algún acontecimiento doloroso, no me ha faltado una muestra de cariño y de consuelo, sin duda regalo de Dios, que me han alegrado el cumpleaños en medio de todo, como la de los niños que aparecen en la foto.
Con sencillez he celebrado mis 41 años el sábado y el domingo: el sábado la Misa en San Pedro, la reunión y pichanga con los acólitos de Desamparados y almuerzo con algunos de ellos; el domingo almuerzo y lonche con mi familia, y saludos ambos días. Todo me ha servido para pensar que el cariño de Dios, de la familia y de los amigos, siempre es el mejor regalo de cumpleaños que podemos recibir.
Ante esto, con un corazón emocionado solo me queda decir, una vez más: "¡GRACIAS POR TANTO BIEN RECIBIDO!