miércoles, 4 de febrero de 2009

DIEZ AÑOS DE ABOGADO

Suelo recordar, casi siempre con detalle, los aniversarios de muchos acontecimientos de mi vida: Bautismo (29 de Noviembre de 1969); primer día de clases de primaria (12 de Abril de 1976); Primera Comunión (30 de Diciembre de 1979, el día mas importante de mi vida); Confirmación (23 de Noviembre de 1986); Graduación de la Promoción de la Universidad (10 de Agosto de 1994); Examen de Grado para Abogado (24 de Septiembre de 1998); etc.
En estos días he cumplido 10 años de haberme incorporado al Colegio de Abogados de Lima (CAL); lo curioso es que, recordando tantas fechas y detalles, no recuerde exactamente si mi incorporación fue el 30 o 31 de Enero de 1999 (tampoco recuerdo el día que ingresé a la Universidad Católica); solo recuerdo que fue un Viernes por la noche y que por esos días el Cardenal Juan Luis Cipriani comenzaba su ministerio pastoral como Arzobispo de Lima.
El 24 de Septiembre de 1998 di el examen de grado, casi nadie lo sabía, solo mi hermano y un par de amigos. Cuando aprobé el examen llamé a mi casa a mi mamá, preguntándole si había hecho el chocolate que le pedí, comunicándole que había aprobado el examen y pidiéndole que le avise mi papá (que se había acostado, como era su costumbre, a las 8.00 p.m.). Cuando hace poco cumplí 10 años de aquel examen un amigo de Desamparados me estuvo buscando para saludarme por aquel aniversario e incluso pensaba invitarme a tomar un lonche. “La vida te da sorpresas”, me dijo, y valgan verdades que me sorprendió.
Después del examen de grado hay que hacer los trámites para incorporarse, en el caso de los que estamos en Lima, al CAL y poder ejercer como Abogados. Recuerdo que entre los trámites que tenía que hacer era presentar copia de mi Libreta Militar, y que hacía varios años que la había perdido (como no la necesitaba para nada, no me preocupe por pedir un duplicado). Fue gracioso cuando tuve que asentar la denuncia para tramitar el duplicado y me preguntaron “¿Dónde la perdió?”; “No lo se”, respondí; “¿Cuándo la perdió?”, preguntaron; “No me acuerdo”, volví a responder. Al final pusieron que la había perdido hacía pocos días por la Plaza Dos de Mayo. Total, lo mismo daba.
La incorporación al CAL se hace en una ceremonia en la cual juramos cumplir con nuestro deber profesional, nos dan nuestro carnet y nos entregan nuestra medalla que es una estrella de siete puntas que lleva grabada la frase “Orabunt causas melius” (el P. Ignacio Muguiro, S.J. me dijo que significaba “Defendamos las causas mejores”), la misma que sujetamos al cuello con una cinta celeste y que la empleamos para los actos oficiales e informes orales. A partir de ese momento ya era Abogado “de verdad”. Como dato curioso, les comento que en Febrero de 1999 se tuvieron las vacaciones judiciales, y en Marzo del mismo año me operaron de apendicitis, lo cual retrasó mi “debut” como Abogado hasta el mes de Abril.
Han pasado 10 años, y mi visión del Derecho no es la de un apasionado por la Ley, sino la de un hombre que, como escuché en mi primera clase de Derecho Procesal Civil 1 con el Dr. Lorenzo Zolezzi (esto si me acuerdo) en Agosto de 1990, ha visto fracasar el Derecho, ha saboreado como la justicia es lenta, y como la gente busca (en no pocos casos) sacarle la vuelta a la ley. Lo he visto en diversos procesos judiciales y también en mi desempeño como Director de un Centro de Conciliación Extrajudicial. También es la visión de un Abogado que piensa que el Derecho y la Ley no deben ser complicados, que no hay que perder el tiempo (ni los papeles) presentando argumentos que en nada van a contribuir a solucionar un problema, que mas bien hay que “ir al grano” dejando de lado detalles y palabreos inútiles; que la mejor forma de preparar la sustentación de nuestro punto de vista es conocer el argumento del “enemigo” y hasta pensar como él, para ver por donde está el punto débil; que se debe conocer la verdad de la causa que defendemos (incluso con sus puntos en contra); y, fiel al estilo de la Dirección Espiritual recibida de los Jesuitas, dejar a nuestro cliente en la mas absoluta libertad para que, conociendo todos los puntos de vista, decida lo que el crea conveniente para el manejo de su caso, haciéndose responsable de sus decisiones. Después de todo, él es el principal interesado.
No deja de ser curioso que hay gente que no me cree que soy abogado ("¿de esos que hacen juicios?", me preguntó un niño); y no pocos me han dicho (con buena voluntad y hasta con cariño) que no tengo vocación para esto. A veces pienso que no se equivocan, pero espero estar poniendo de mi parte para llevar esta cruz lo mejor que se pueda.
Escribo sobre esto después de haber estado en la Misa por el primer mes de fallecimiento de doña María Mena Jaime de Castillo, la primera persona que confió en mi como Abogado en Abril de 1999 y mientras escucho la Overtura “Caballería Ligera” de Franz Von Suppe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Manuel recuerda una cosa importante "hecha la Ley hecha la trampa", te soy sincero con todo el respeto que el ser abogado es una carrera antipatica sabes simplemente por que te puedes arruinar como volverte millonario de la noche a la manana,tambien pienso que como decia Butler en broma cuando eramos pequenos el abogado es un pericote con chapa,jajajajaja! y esto no lo tomes como ofensa es que pasan los dias y pienso lo mismo y para terminar te dejo una frase que me la dio un amigo el es abogado intento defenderme,es mas me ayudo mucho,converse mucho con el me dijo "no existe una Ley justa",y esto no me lo dijo por fastidiarme sino que analizando muy bien despues con desagrado tengo que darle la razòn.
Pero sempre estara en mi la famosa frase de mi padre "In God We Trust."