domingo, 10 de mayo de 2009

MISION IMPOSIBLE

A propósito del "Día de la Madre"

Hoy celebramos el “Día de la Madre”, y nos hemos acordado de nuestras mamás. Yo he aprovechado la tarde para estar con mi familia.
Recuerdo que cuando era niño me gustaba mucho declamar en esta ocasión en el colegio. Hoy no recuerdo de memoria ninguna poesía, solo se me viene a la mente la declamación del tango “Silencio en la noche” que hizo mi amigo Martín Jurado en 1986. (Les invito a escucharlo cantado por Carlos Gardel en http://www.youtube.com/watch?v=sYBOYLpJPPI).
Las poesías, canciones, tarjetas y otras cosas por esta celebración, suelen caer en el exceso de pintar a nuestras madres como seres de otro planeta, perfectos en todo, de belleza indescriptible. Eso está bien y es verdad, pero exageran, porque las madres a las que saludamos en este día son de carne y hueso y hay que reconocer que si bien es cierto nos dan su cariño y su dedicación, también tienen defectos, cometen errores y muchas veces reniegan (con razón o sin ella), nos mandan a hacer o a comer lo que no nos gusta, están cansadas y maltratadas por la vida, el tiempo y el trabajo. No creo que las mamás de las poesías existan así como dicen; pero si existen, y por eso las amamos y saludamos, las mamás de carne y hueso, las de la vida real.
Dentro de este orden de ideas, quiero contarles una anécdota que me sucedió con mi mamá. Y por favor, este es un caso de la vida real, no hay nada inventado.
En el verano de 1997, mi hermana había terminado sus estudios universitarios y para sacar el título de Ingeniero alimentario necesitaba hacer un curso.
Una “hermosa mañana”, mi mamá me pasa la voz y me dice: “Tu hermana necesita que le consigas un libro que está en ESAN (Escuela de Administración de negocios para graduados)”.
“Bueno, y ¿cómo se llama ese libro?”, pregunté
"No sé”, respondió mi mamá.
"¿Y quién es el autor?”, volví a preguntar.
“Tampoco lo sé”, me dijo mi mamá.
“¿Y cómo voy a buscar un libro del que no se cual es el título, ni el nombre del autor?” pregunté inquieto.
Mi mamá me respondió: “Bueno, aquí tienes la fotocopia de una de sus páginas, busca el libro y se lo traes a tu hermana”
¿Se imagina usted, mi amable lector, tener que buscar un libro sin saber su título, su autor, y con sólo la fotocopia de una de sus páginas? Allí mi mamá se consagró como la campeona de las misiones imposibles. A veces pienso que el cuarto mandamiento de “Honrar padre y madre”, en ocasiones es el más difícil de cumplir. Y motivado (mas bien obligado) por ese mandamiento, salí a cumplir con mi misión, no sin antes renegar (para variar) por semejante encargo.
Primero me fui a ESAN, pero no pude entrar porque, además de no ser alumno de la institución, había una actividad allí. Entonces decidí ir a la Universidad Católica, donde yo estudié y buscar en la Biblioteca.
Una vez en la Biblioteca la pregunta era como dar con el dichoso libro sin más datos que la fotocopia de una página. Y, ¿saben qué? Encontré el libro. ¿Cómo?
Bueno, lo primero que pensé era que si el libro estaba en ESAN, era probable que el libro sea editado por esa institución, así que busqué en el fichero los libros editados por ESAN. Por otro lado la fotocopia del libro me indicaba cuanto medían las páginas del libro y recordé que las fichas de los libros contenían ese dato. Así que con eso ya me fue fácil ubicar el dichoso libro, y comunicar el hallazgo a mi mamá, para lo cual le llamé por teléfono.
“Alo. Mami, ya encontré el libro que me pediste”. Le dije.
Mi mamá me respondió: “Gracias, hijo, pero tu hermana no necesita ese libro”

¡FELIZ DÍA, MAMITA!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya me imagino lo que habras sentido en ese momento,es una sensaciòn como que se te revuelve las tripas de la còlera,bueno son cosas que pasan però lo importante fue que cumpliste renegando o no lo hiciste es ese el retò,que inmemorable anècdota.