En una entrada anterior hacía memoria de algunas fechas importantes en mi vida. Una de ellas es el día de la graduación de mi Promoción 1994-1 “Dr. Luis Hernández Berenguel y Dr. Humberto Medrano Cornejo” de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Durante 3 horas y media tuvimos una ceremonia, en la que vestidos de togas y birretes, recibíamos medallas y diplomas, escuchábamos los discursos de dos integrantes de la promoción, los padrinos y el Decano, las reseñas y aplausos para cada uno de los mas de 100 integrantes que la integramos. Aquella noche nos despedíamos “formalmente” de la Universidad (digo “formalmente” porque al día siguiente varios integrantes de la promoción tenían que matricularse por un semestre mas, ya que debían algunos cursos; por supuesto, el cuentazo que metieron a sus papás para explicar una matrícula al día siguiente de la graduación era que se trataba de “cursos de especialización”).
Recuerdo que después de la entrega de medallas pasaron un video de nuestra “vida estudiantil”. En ese video no se vio ninguna escena de nuestros estudios, sino de nuestra diversión: las Olimpiadas de la Facultad de Derecho, en las que participamos desde 1990 a 1993. Como lo dije en otra entrada cada promoción (cada ciclo de estudios) éramos un gran equipo, y teníamos un nombre, muchas veces en doble o triple sentido y no apto para menores. Eran días, después de los exámenes parciales del segundo semestre, en los que la facultad estaba de fiesta: teníamos la inauguración que consistía en un desfile (obviamente disfrazados para la actuación que vendría después) desde la Facultad hasta el campo deportivo, donde presentábamos un scketch en el que parodiábamos la realidad nacional, a nuestros profesores, a nuestra facultad, al derecho mismo, y a todo cuanto podía parecernos “ridiculizable”; así pues, hicimos parodias de la vida de un profesor, de la coyuntura de Alan García y el BCCI (año 1991), de la película de Aladino y la lámpara maravillosa, y de todo lo que en el contexto de ese entonces podía llamar la atención. Y allí compartíamos el trabajo para la presentación: chicas que se encargaban de la utilería y el vestuario, compañeros que se dedicaban a grabar las voces y los “efectos especiales”, y la gran mayoría a actuar (una vez llegamos a ser casi 80 actores en escena, solo de mi promoción). Allí tuve la oportunidad de actuar junto a Salvador del Solar, Gonzalo Quijandría, Beatriz Llanos, quienes fueron mis compañeros de clase. Después del desfile venían 15 días de campeonatos, en los cuales salíamos rápidamente de clases para ir a hacer barra a nuestra promoción; un sábado o domingo era la gymkhana (para el “nudo de guerra” poníamos a la gente, hombres y mujeres, mas fortachona para jalar la soga y ganábamos), la maratón (recuerdo que una vez me mandaron a verificar el paso de los corredores en la Plaza La Bandera); y al final, en la clausura un último scketch, la premiación y el baile (allí aprendí a ir a una fiesta y llegar a mi casa de madrugada, sobrio por si acaso). Y en esas olimpiadas fuimos dos veces campeones, viví la experiencia del triunfo, del ser ganador, de compartir y ser un solo hombre para ganar y también para perder.
Aquel video que vimos en nuestra graduación es quizás lo que mas recordemos todos los de mi promoción. Es verdad que hemos tenido maestros ilustres, compañeros que en las aulas destacaban por su participación (tanto las que eran acertadas, como las que eran dignas de risa), que hemos compartido trabajos, exposiciones y debates. Pero fue en las Olimpiadas de Derecho donde aprendimos a ser amigos, a ser nosotros mismos, a mostrar nuestras cualidades artísticas, deportivas, a mostrar que los abogados somos mas que leyes, a reírnos de la vida y de nosotros mismos. Como música de fondo de ese video se puso la canción “Amigos para siempre” que cantaron José Carreras y Sarah Brightman en la clausura de las Olimpiadas de Barcelona de 1992, que arrancó mas de una lágrima a varios de nosotros.
Yo tuve la oportunidad de entablar amistad con muchos compañeros de estudios, y, a pesar de que el tiempo y la vida hizo que cada quien tome su propio camino, he sentido en muchas ocasiones que esa amistad es para siempre: he estado en varios matrimonios, fui acólito y testigo en uno de ellos, he compartido la mesa con su familia, les he escuchado en sus momentos de dificultad, les he pedido ayuda para los Acólitos de mi parroquia y me han respondido, nos hemos saludado y alentado a través del Internet… y todavía quedan pendientes muchas cosas mas.
El Domingo pasado ofrecimos la Misa de 12 por la gente de GOCE, por los que estamos todavía por acá y por Duncan Masson que desde el año pasado se fue al cielo. Allí encomendé, junto con los Acólitos con quienes ayudamos la Misa a los amigos que conocí y que guardo en el corazón, a los que compartí clases, estudios, y diversiones. Algunos de ellos gente de renombre (un actor, dos periodistas y un congresista), la gran mayoría abogados; a la gente que me dio el regalo de su amistad y a los que ahora recuerdo con cariño. Amigos para siempre.
¡Ayayay! ¡Sube, baja, Goce!
miércoles, 12 de agosto de 2009
AMIGOS PARA SIEMPRE
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