En el mes de Noviembre se celebra el aniversario del Colegio donde estudié, que hoy se llama "Institución Educativa Mixta Hipólito Unanue". Como dije en una entrada de este blog hace un año, muchas cosas han cambiado desde que terminé la secundaria en 1986, y una vez más el aniversario de mi Colegio estuvo bastante deslucido, sin escoltas invitadas, ni toda la algarabía que hubo cuando estudié alli. Algún exalumno dijo que antes el aniversario del Colegio era "apoteósico".
Normalmente suelo ir alrededor de las 12 o 12.30 p.m. (antes no, porque hay que atender las obligaciones profesionales y por lo mismo varios exalumnos llegan a partir de esa hora, además ¿quien quiere oir los discursos tediosos que, en otro tiempo, yo también los daba?). Cuando llegué vi saliendo a varios alumnos del Colegio, vestidos con buzo granate, por lo que pensé que me había equivocado de fecha y se trataba de un día ordinario de clases, sin embargo acababa de concluir la Ceremonia en el patio y los invitados (autoridades, profesores y exalumnos) se dirigieron a la Biblioteca del Colegio para el brindis de honor y los discursos (que esta vez no se dieron en el patio). Mientras me dirigía a la Biblioteca me encontré con Alex Curay (a) "El Gato" (con quien estudie Primaria y Secundria) y me dijo que no había nadie de la promoción y que toda la celebración había terminado. Me dirigí a la Biblioteca donde escuché el discurso del Director del Colegio, un señor ya mayor, que dio un discurso acerca de la realidad educativa del colegio y del país (hay que reconocer que no tenía la mística y el liderazgo que tenía Don Nicanor Castañeda Guerrero, quien fue Director del Colegio cuando estaba en secundaria). Oimos también el discurso de una alumna de la Promocion 2009, quien vestida con el buzo del colegio agradecía a sus compañeras de promoción por haber estudiando juntas (ya se imaginarán lo chocante que era para los exalumnos oir esto en un colegio que antes fue de varones y donde los alumnos dábamos nuestros discursos perfectamente uniformados). Al final de los discursos y del vino de honor, la profesora Teresa Morán (Quien me enseñó geografía en 2º, e Historia del Perú en 5º año de secundaria) hizo la arenga de nuestro colegio "Siempre la H, siempre la U, nadie le gana al HU".
Al concluir todo esto una antigua profesora de matemáticas, Rosa María Alva, iba a dar una clase del recuerdo a los alumnos del 5º "E", promoción 1984, que habían acudido para celebrar sus Bodas de Plata, y nos invitó a los exalumnos de otras promociones. Dijo que su clase iba a consistir en temas de espiritualidad, metafísica, filosofía, "porque enseñando matemáticas había aprendido mucho mas cosas". Esto me hizo ponerme en guardia, porque comencé a sospechar que su clase tendría un fuerte sabor de "New age" o cosas por el estilo, asi que asistí mas por quedar bien, que por otra cosa.
Lo primero que hizo, después de que la profesora Elsa Urrego pasara lista al 5º "E" y de pedir los nombres a los aistentes de otras promociones, fue invitarnos a cerrar los ojos y a retroceder en el tiempo situándonos en nuestra epoca de estudiantes. Fue entonces cuando con la "vista imaginativa" me situé en su primera clase de matemática en 4º año de secundaria (fui también su alumno en 3º, pero, después de 3 bimestres exitosos en su curso de matemáticas, en el 4 bimestre y en la evaluación final tuve un desempeño desastroso; ¿la razón? pues exigía más y ponía examenes más complejos a los alumnos que rendían más, y como yo tenía buenas notas en su curso, comencé a patalear). Recuerdo que en esa primera clase en Abril de 1985 pensaba: "otra vez Rosa María Alva, que no me pase lo mismo del año pasado, ya comienzan a fastidiarme la paciencia.." Pero también se me vinieron a la mente y al corazón todos los deseos e ilusiones que tenía en esa época en la que, a pesar de los "pataleos" en matemática, la vida aún no me había golpeado como lo hizo después, golpes de los cuales pude salir adelante.
Les dije que sospechaba que aquella clase tendría un fuerte sabor a "New age". El prejuicio me jugaba una mala pasada: me equivoqué. Aquella clase era un recapitular toda la formación humana que mis Maestros del HU me dieron en el colegio; pero no solo eso, era recapitular también todo lo que Dios me había hablado en el corazón a través de la espiritualidad ignaciana y que tantas veces meditaba en el "Principio y Fundamento" de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, cuando revisaba mi vida. Un texto de San Pablo a los Romanos revoloteaba en mi cabeza "A los que aman a Dios todo les sirve para el bien... ¿Quién nos separará del amor de Dios", (texto al cual me referí en una entrada de este blog en Julio de este año). Rosa María Alva nos decía "No sean mediocres", "No tengan miedo de equivocarse", "Si fracasan se les abrirán otras puertas" y tantas cosas que había escuchado a ella, a mis Maestros de Colegio y a mis Directores Espirituales. Ella nos hablaba con el alma, con la convicción de quien sabe lo que dice y lo vive. No era un discurso aprendido, sino un enseñar lo que se sabe y lo que se vive (y eso se nota).
Aquella clase hizo que revivan las ilusiones de cuando era un chiquillo de 4º de secundaria, y a volvérmelas a tomar en serio. No es tarde, a pesar de que hoy tenga 40 años. "Si se puede" nos dijo Rosa María Alva. Por eso, cuando acabó la clase, le agradecí por lo que escuché, y le dije que aquello fue refrescar todo lo que aprendí como persona, lo que bebí en la espiritualidad ignaciana en estos años y aplicarlo a mi vida.
Tengo que reconocer que he olvidado muchas de las cosas que me enseñaron en el Colegio, sobtetodo de matemáticas (apenas si recuerdo como se resuelven las ecuaciones simultáneas de primer grado con dos incógnitas, y de las ecuaciones de segundo grado, mejor ni me las mencionen que por esa causa fue mi desastre en 3º año). Pero de lo que me enseñaron para ser mejor persona y mejor cristiano, de eso no me olvido, y aunque a veces parece que las dejo de lado, Dios siempre se ha encargado de que las recuerde hablándome al corazón, aun en los momentos menos "espirituales". Después de todo, Dios habla como quiere y cuando quiere: en la oración, en la Iglesia, en la Biblia, en los sacarmentos, en los sacerdotes, en los amigos, en las circunstancias de la vida, y hasta en una clase de matemáticas. Y cuando habla, hace arder el corazón como a los discípulos de Emaús.
Con cariño a mis maestros del Hipólito Unanue que, con su palabra y su ejemplo, me formaron como persona.