jueves, 1 de septiembre de 2011

TERESITA DEL NIÑO JESUS, RUEGA POR NOSOTROS

La frase "Este santo no es de mi devoción" se refiere por lo general a una persona que no nos cae muy bien o a la que preferimos no recurrir. Con nuestras devociones a los santos nos sucede lo mismo, hay algunos a los que recurrimos como intercesores por su fama de "milagrosos", y otros porque sus vidas nos han cautivado.

Mi mamá me enseñó a conocer y querer, desde que era niño, a nuestros santos peruanos Rosa de Lima y Martín de Porres, y a encomendarme a ellos en mis necesidades. Ya siendo adolescente conocí y me encariñé con dos santos españoles del siglo XVI: Ignacio de Loyola (aun antes de trabajar con los jesuitas) y Teresa de Jesús (a quien conocí a través de una miniserie de la televisión española que vi en televisión hace 25 años). Las vidas de Ignacio y Teresa me han cautivado desde que las conocí.

Pero, cuando me hablaban de Teresita del Niño Jesús, Carmelita francesa del siglo XIX, no me llamaba la atención: me parecía poco atrayente, eso de la "vocación al amor", "derramar una lluvia de rosas", o llamarla "Teresita", me parecía un poco meloso. No, cuando me decían "Santa Teresa", tenían que referirse a Teresa de Jesús, "la Grande", la mujer de carácter fuerte quien, en la miniserie de la televisión española, asustó a San Juan de la Cruz en el Convento de Medina del Campo.

Como ya le he dicho en otras ocasiones he entablado amistad con los Hermanos de Nuestra Señora de la Soledad y a través de ellos he conocido a Santa Teresita del Niño Jesús, ya que ellos recibieron la visita de sus reliquias el día de ayer, 31 de Agosto. Me prestaron un libro escrito por ella "Historia de un alma" que llegó a mis manos casi como una respuesta a las oraciones que le dirigí a la Virgen.

En “Historia de un alma” Santa Teresita no solo nos cuenta su autobiografía con mucha sinceridad (no se calla el hecho de que haya sido una niña que tenía sus caprichos y pataletas), sino que a través de ella nos comunica su experiencia de Dios con mucha sencillez, la sencillez de un niño que habla de alguien a quien conoce y siente a su lado, incluso cuando las cosas no van bien, con la certeza de sentirse amado con ternura, pese a las dificultades de la vida. Cuando habla de su “vocación al amor” no se refiere a ella como si se tratase de cuestiones sentimentales o románticas, sino que aspira al “carisma mejor” del que nos habla San Pablo en la Primera Carta a los Corintios. Su “vocación al amor” es, ni más ni menos, que su vocación a ser Iglesia y mover a través del amor todos los carismas y apostolados que podemos hacer en ella. Así se comprende su deseo de ser misionera y de ser, sin haber salido de su Carmelo de Lisieux, la “Patrona Universal de las Misiones”.

¡Cuán equivocado estuve respecto de Teresita! Quizás por causa de algunas ideas que a veces uno lee por allí, o por alguna película de su vida, que no pude ver ni entender bien.

¡Cuánta razón tiene mi Amigo el P. Ignacio Muguiro, S.J. cuando dice que “Teólogos solo son los santos, porque ellos conocen por experiencia y de primera mano lo más importante de Dios; los demás solo son “Filósofos de Dios”, que conocen por libros lo secundario de Dios, hacen grandes castillos de su teología y casi nunca se meten dentro”!

¡Que acertado estuvo Juan Pablo II al declarar Doctora de la Iglesia a esta monjita de clausura que nos enseña, con la sencillez de un niño a confiar y a descubrir Dios en nuestra vida!

Ya con un corazón limpio de prejuicios pude ver otra película de la vida de Teresita, y acompañar y ayudar ayer a los Hermanos de Nuestra Señora de la Soledad en la Misa y veneración de sus reliquias en su iglesia en el centro de Lima. En un día de muchas emociones y prisas, como fue ayer a causa de mis diversas actividades, Dios me regaló un momento de silencio y recogimiento acompañando a Teresita.

Es curioso. En la película que vi sobre Teresita, hay una escena en que ella sonreía con mucho cariño a una monja que, al parecer, no le caia bien. Esta hermana le dice, un poco disgustada: “¿Por qué me mira tanto? ¿Qué le atrae de mi?”. Teresita, con mucha paz y alegría le dice: “Es que me da mucho gusto verla”.

Yo creo que Teresita ha hecho lo mismo conmigo. Y a ella le encomiendo mi vocación como hijo de la Iglesia.

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