sábado, 27 de octubre de 2012

PADRE, PERDÓNALOS...

Las noticias del día Jueves 25 de Octubre, acerca del operativo en La Parada y de los actos vandálicos que sucedieron allí, nos han consternado a todos.
No voy a buscar culpables, ni a tratar de explicar las causas de la violencia, sea el nivel en el que se produzca.
Creo que todos queremos una ciudad mas ordenada, mas civilizada. También creo que, ante actos de violencia, todos queremos que los responsables sean sancionados con todo el rigor de la ley.
Sin embargo, como cristianos, discípulos de Jesucristo que ha venido a salvar a los pecadores, me pregunto ¿hemos rezado alguna vez por la conversión de aquellos que optan por el camino de la violencia? Yo sé que, quienes han sido victimas de los actos de violencia, en lo último que piensan es en perdonar, menos en dar un abrazo de reconciliación a aquellos que les han ocasionado pérdidas ya sea humanas o materiales. Pero, nosotros, los que, gracias a Dios, no hemos sido víctimas de aquellos actos vandálicos y tenemos la cabeza fria ¿lo hemos hecho?
Esos delincuentes a quienes condenamos, de quienes decimos que "no tienen perdón de Dios", ¡son nuestros hermanos! Muchos de ellos seguramente estarán bautizados, hicieron su Primera Comunión, quien sabe si habrán sido miembros activos de sus parroquias... ¿Qué pasó? Ellos también están llamados a la santidad, por ellos, ¡por esos pecadores! Jesucristo ha dado su vida... 
Con ello no quiero decir que haya que dejar en la impunidad la delincuencia, pero debemos tener ojos de hermanos y no de enemigos, incluso para corregir y sancionar el mal que hicieron.
Jesús en la Cruz pidió perdón para aquellos que le crucificaron: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"
Hagamos nuestra esa oración de Jesús. ¡Aunque nos cueste!
Quizás así seremos mas humanos, y al fin de cuentas discípulos de Jesús e hijos de un mismo Padre que ama a todos sus hijos.

Han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo".
Pues yo les digo: Amen a sus enemigos y rueguen por los que les persigan, para que seáis hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si aman a los que les aman, ¿qué recompensa van a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludan más que a sus hermanos, ¿qué hacen de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?
Ustedes, pues, sean perfectos como es perfecto su Padre celestial.

Mateo 5, 43-48

jueves, 25 de octubre de 2012

GAJES DEL OFICIO

Como ustedes saben soy Abogado, aunque, como muchas veces lo he dicho sin ningún pudor, soy un "Abogado sin vocación", ya que no siento, como muchos de mis colegas, la pasión por la carrera y el Derecho. Esto no significa que no me tome en serio mi trabajo profesional, sino simplemente que no siento que sea "lo mío".
Un Abogado tiene muchas experiencias, defender procesos judiciales no siempre es una experiencia apasionante, a veces las cosas no salen bien porque no hay mas remedio, o porque el cliente te oculta situaciones que de haberlas sabido otro sería el resultado. Algo de eso ya he hablado hace un tiempo atrás en mi artículo "Mi primera vez" y "Mas sobre mi primera vez".
Hoy les cuento una anécdota que me sucedió hace unos años atrás: 
Un señor "X", llamémosle Don Pepe, (la verdad ni me acuerdo su nombre y no hace falta recordarlo), después de muchas conversaciones acerca de sus problemas personales y legales con su esposa, me pidió que lo acompañe a una Audiencia por un proceso de alimentos que él le interponía a su esposa en favor de sus dos menores hijas (ya me imagino la cara que usted, mi amable lector, habrá puesto cuando leyó que era el papá quien pedía alimentos a la mamá). La demanda ya estaba interpuesta, la había redactado y presentado otro Abogado (a quien seguramente le habrá pagado sus respectivos honorarios), y me necesitaba para la Audiencia de Pruebas en el Juzgado de Paz de Breña.
Pues bien, llegamos a la Audiencia, ya se encontraba presenta la esposa demandada, acompañada de otra dama (que según me dijo Don Pepe, no era su Abogada sino su pariente).
La Señora Juez, al comenzar la audiencia, le pregunta a don Pepe: 
- "¿Qué es lo que usted le pide a su esposa?"
Y Don Pepe respondió:
- "NADA"
La Juez se quedó sorprendida, y le volvió a preguntar:
- "¿No le pide NADA a su esposa"
Don Pepe dijo:
- "No le pido NADA".
La Juez, sin contener su asombro me dijo:
- "Escuche lo que dice su cliente"
Luego le dijo a Don Pepe:
- "Y entonces, ¿Por qué está aquí?
Y Don Pepe respondió:
- "Es que mi Abogado me dijo que haga la demanda".
Como usted comprenderá, en ese momento se me caía la cara de vergüenza, ¡me estaban haciendo responsable de un proceso del cual yo recién me enteraba!. Así que, para "salvar mi pellejo", dije con claridad a la Juez:
- ¡Yo no he redactado la demanda! Recién asumí el caso hace unos días.
La Juez, al darse cuenta que Don Pepe no sabía que hacía, atinó a darles tanto a él como a su esposa, un sermón acerca de como deben de comportarse los padres de familia, dejando de lado sus problemas personales, y no usar a los hijos como pretexto para pelearse entre ambos. Fueron palabras muy acertadas, las mismas que agradecí.
Terminada la Audiencia, con mucha firmeza, pero también con calma (ya que estábamos dentro del local del Juzgado en la cuadra 15 del Jr. Varela), le dí una "lavada de cabeza" a don Pepe: en el fondo yo estaba furioso, porque me había hecho pasar vergüenza, haciéndome responsable de algo que no había provocado ni promovido.
Después de haberme "pagado los honorarios" (?), se despidió, y gracias a Dios, nunca mas lo volví a ver en mi oficina. A veces me lo cruzo por la calle, pero pocas veces me ha saludado. Y en lo que de mi depende, ya mudamos el Centro de Conciliación, asi que no me podrá encontrar.
¿En qué habrá acabado su historia? ¿Se habrán arreglado sus problemas personales y legales?
La verdad, no me quita el sueño.