jueves, 25 de octubre de 2012

GAJES DEL OFICIO

Como ustedes saben soy Abogado, aunque, como muchas veces lo he dicho sin ningún pudor, soy un "Abogado sin vocación", ya que no siento, como muchos de mis colegas, la pasión por la carrera y el Derecho. Esto no significa que no me tome en serio mi trabajo profesional, sino simplemente que no siento que sea "lo mío".
Un Abogado tiene muchas experiencias, defender procesos judiciales no siempre es una experiencia apasionante, a veces las cosas no salen bien porque no hay mas remedio, o porque el cliente te oculta situaciones que de haberlas sabido otro sería el resultado. Algo de eso ya he hablado hace un tiempo atrás en mi artículo "Mi primera vez" y "Mas sobre mi primera vez".
Hoy les cuento una anécdota que me sucedió hace unos años atrás: 
Un señor "X", llamémosle Don Pepe, (la verdad ni me acuerdo su nombre y no hace falta recordarlo), después de muchas conversaciones acerca de sus problemas personales y legales con su esposa, me pidió que lo acompañe a una Audiencia por un proceso de alimentos que él le interponía a su esposa en favor de sus dos menores hijas (ya me imagino la cara que usted, mi amable lector, habrá puesto cuando leyó que era el papá quien pedía alimentos a la mamá). La demanda ya estaba interpuesta, la había redactado y presentado otro Abogado (a quien seguramente le habrá pagado sus respectivos honorarios), y me necesitaba para la Audiencia de Pruebas en el Juzgado de Paz de Breña.
Pues bien, llegamos a la Audiencia, ya se encontraba presenta la esposa demandada, acompañada de otra dama (que según me dijo Don Pepe, no era su Abogada sino su pariente).
La Señora Juez, al comenzar la audiencia, le pregunta a don Pepe: 
- "¿Qué es lo que usted le pide a su esposa?"
Y Don Pepe respondió:
- "NADA"
La Juez se quedó sorprendida, y le volvió a preguntar:
- "¿No le pide NADA a su esposa"
Don Pepe dijo:
- "No le pido NADA".
La Juez, sin contener su asombro me dijo:
- "Escuche lo que dice su cliente"
Luego le dijo a Don Pepe:
- "Y entonces, ¿Por qué está aquí?
Y Don Pepe respondió:
- "Es que mi Abogado me dijo que haga la demanda".
Como usted comprenderá, en ese momento se me caía la cara de vergüenza, ¡me estaban haciendo responsable de un proceso del cual yo recién me enteraba!. Así que, para "salvar mi pellejo", dije con claridad a la Juez:
- ¡Yo no he redactado la demanda! Recién asumí el caso hace unos días.
La Juez, al darse cuenta que Don Pepe no sabía que hacía, atinó a darles tanto a él como a su esposa, un sermón acerca de como deben de comportarse los padres de familia, dejando de lado sus problemas personales, y no usar a los hijos como pretexto para pelearse entre ambos. Fueron palabras muy acertadas, las mismas que agradecí.
Terminada la Audiencia, con mucha firmeza, pero también con calma (ya que estábamos dentro del local del Juzgado en la cuadra 15 del Jr. Varela), le dí una "lavada de cabeza" a don Pepe: en el fondo yo estaba furioso, porque me había hecho pasar vergüenza, haciéndome responsable de algo que no había provocado ni promovido.
Después de haberme "pagado los honorarios" (?), se despidió, y gracias a Dios, nunca mas lo volví a ver en mi oficina. A veces me lo cruzo por la calle, pero pocas veces me ha saludado. Y en lo que de mi depende, ya mudamos el Centro de Conciliación, asi que no me podrá encontrar.
¿En qué habrá acabado su historia? ¿Se habrán arreglado sus problemas personales y legales?
La verdad, no me quita el sueño.

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