En estos días y sobretodo ayer, que fue la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, se han tenido las primeras comuniones de muchos niños.
Me da mucho gusto ver a los niños tan bien vestidos para esta ocasión: algunos con su camisa blanca, su corbata y su pantalón oscuro, las niñas vestidas de blanco, otros con terno y hasta vestidas de novia, otros con túnica (algunas hasta con un escapulario que imita en lago a la antiguas casullas); la mayoría lleva una azucena blanca para recordarles la pureza del corazón, otros llevan, además, un rosario y un misal que en la ceremonia no emplearán para nada. Todos estos elementos, algunos simbólicos y otros insignificantes, nos dicen que estamos ante una ocasión especial. Por supuesto que los papás están emocionados de ver a sus hijos tan angelicales y los fotógrafos y filmadores (algunos realmente impertinentes) aprovechan la ocasión para hacer negocio dentro o fuera del templo. Hay que reconocer que este acontecimiento, como muchos acontecimientos religiosos, tiene sus costumbres y elementos folklóricos que difícilmente se suprimirán, y a veces sólo nos queda hacer que estorben lo menos posible a los que queremos vivir esta celebración.
La Primera Comunión es la "primera" de las muchas veces que vamos a recibir el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía, por eso es la preparación (larga y tediosa a veces), para tomar conciencia de a quien se va a recibir, despertar la fe de los niños (y también de las familias), dar una instrucción cristiana a los niños, etc. Existen diversas modalidades: se aprovechan las clases de religión de los colegios, las "catequesis tradicionales" de las parroquias, la "catequesis familiar" (programa en el que se prepara a los padres de familia para que ellos preparen a sus hijos), las preparaciones particulares... Algunos programas tienen buenos resultados y otros deben trabajarse con mas cuidado.
Yo he sido catequista de Primera Comunión y he ayudado en algunos programas de catequesis dando jornadas a los niños y una de las cosas que he ido aprendiendo con el tiempo es que, mas que enseñar "religión" o el "Catecismo" a los niños, se trata de suscitar la amistad de un niño con Jesús, porque de lo contrario podemos estar formando "cristianos sin Cristo". Al respecto me resulta impresionante la anécdota que, en un curso de Biblia, contaba el P. Manuel Díaz Mateos, S.J.: Una pareja de esposos le pidió que evaluara a su niño, para ver si estaba preparado para hacer la Primera Comunión; el padre le preguntó "Te han hablado de Jesús de Nazareth", el niño dijo "No", entonces el padre le dijo: "¿de qué te han hablado entonces?", el niño dijo "de los mandamientos, de los sacramentos". No digo que haya que descuidar la doctrina y el catecismo, pero si eso no va de la mano con la amistad de Jesucristo lo único que hará un niño con la Primera Comunión será "graduarse en catecismo".
He visto a muchos niños acercarse con ilusión a comulgar, los he visto rezar y prepararse con mucho recogimiento, los he oído hablar de Jesús como quien habla de un amigo vivo y presente en sus vidas. Y también los he visto agradecidos con Dios, con sus padres y con sus catequistas. para un catequista no hay mayor recompensa de todo este trabajo que la mirada agradecida de un niño que hace su Primera Comunión; y si ese niño ha sido "terrible" y está feliz con Cristo, la alegría del catequista es doble, lo digo yo que he experimentado eso.
Sin embargo ¿qué hacemos para que eso no sea "flor de un día", o un simple "recuerdo de la infancia"? Yo se muy bien que por más que le hablemos de Jesús a un niño, que hagamos que sean amigos y que el niño sea capaz de dar hasta la vida por Él, todo eso quedará en el olvido si es que el ambiente familiar no propicia que esa amistad vaya aumentando con la segunda, tercera, cuarta, mil Comunión, con la asistencia a la Misa dominical, con la oración y la frecuencia a los sacramentos; o por lo menos que la familia no le ponga obstáculos. Son pocos los niños que después de la Primera Comunión participan de la vida parroquial en los coros, la catequesis de perseverancia o como acólitos; también son pocos los que van solos a Misa y menos los que van con sus familias, más aún si los padres "nunca tienen tiempo". Los argumentos por los que un niño (y con mayor razón un adulto) no "puede" ir a Misa un domingo son por demás falaces: "no hay tiempo" (¿Tan ocupado estás?), "tengo que estudiar" (¿Todo el domingo desde las 6.00 a.m. hasta la medianoche?), "la parroquia está lejos de mi casa" (en provincia puede que eso sea verdad, pero en Lima hay templos cerca en todas partes), "no hace falta ir a la iglesia para hablar con Dios" (¿ese argumento es válido o encubre una falta de interés?)... Yo creo que si la amistad de Jesús nos interesa nos daríamos tiempo para celebrar la Misa dominical, aun cuando estemos "muy ocupados" o "la parroquia esté lejos de casa".
Por eso, cuando un niño hace su Primera Comunión me entra un sentimiento de nostalgia, no solo porque ya no lo veremos en la catequesis dando vida y alegría a la parroquia, sino porque quizás se aleje de Jesús y no le busque con la ilusión e inocencia de la primera vez. Cuando pienso en eso, solo me queda tener fe en que la obra de Dios no caerá en saco roto y que la semilla de la fe, que un día sembramos en el corazón de un niño, germine y de frutos, quizás no lo veamos, pero el Señor sabrá recompensar el esfuerzo que hicimos de llevar el Evangelio.
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