domingo, 18 de octubre de 2009

SER EL PRIMERO, SER EL ULTIMO


Sobre Marcos 10, 17-27
Jesús había hablado del Reino de su Padre, y seguro que sus discípulos esperaban que, cuando Él sea rey, les reparta cargos, títulos y poder. Eso despierta las ambiciones de cada uno de ellos, y (según San Mateo) la madre de Juan y Santiago, hijos de Zebedeo (a quienes llamaban los “hijos del trueno”) le pide a Jesús que, cuando Él comience a reinar, sus hijos se sienten uno a su derecha y otro a su izquierda; es decir que les de cargos de honor, títulos de poder que todos puedan ver y admirar. No es difícil imaginar lo que quería la buena señora: Jesús sentado como Rey, con toda clase de lujos (buenos muebles, buena ropa, oro por todas partes, claro lo mejor para el Señor) y sus dos hijos uno a cada lado, también rodeados de lujos, admirados y respetados por todos. También podemos imaginar que la buena señora se sentiría orgullosísima de sus hijos, hablaría con sus amigas de los logros y méritos de sus hijitos (como lo hacen muchas mamás) y de paso también subiría su estatus social y económico.
Jesús les dice a Santiago y a Juan que antes hay que beber su cáliz, sumergirse en su bautismo, es decir pasar con Él muchas tribulaciones y dificultades; ellos le responden que están dispuestos a todo (claro, si hubiesen sabido que el cáliz y el bautismo del que hablaba Jesús eran la pasión y la cruz, seguro que al menos lo hubiesen pensado dos veces, si es que no se echaban para atrás). Pero aún así, Jesús les dice que, aunque ellos pasarán por eso, no tendrán los puestos de honor que ellos querían.
Dice el Evangelio que los demás apóstoles se indignaron (“se picaron” como decimos). Me imagino la trifulca que se habrá armado y lo que habrán dicho: “con razón andaba mucho con el Maestro”, “¿Qué se habrá creído este?”, “¿por qué él si y yo no?” y demás argumentos venenosos que sacamos en ocasiones como esta. La discusión debe haberse tornado acalorada y quizás Jesús los habría “cuadrado” con mucha energía: "Los jefes de las naciones las oprimen… entre ustedes no debe ser así, el que quiera ser el primero que se haga el último…” ¿Quieres ser el primero, el mas importante? Hazte siervo, hazte nadie, hazte el último…
Jesús es un Maestro que enseña cosas al revés: “Dichosos los pobres, los que sufren…”, “ama a tu enemigo”, “El que quiera ser el primero que se haga el último…” No nos debe extrañar que los apóstoles demoraron en aprender la lección, pues cuando antes Jesús les había anunciado su pasión ellos andaban pensando y discutiendo quien sería el mas importante, y San Lucas cuenta que en la Última Cena los apóstoles se andaban peleando por ocupar el primer lugar (una vez más a la derecha e izquierda de Jesús), quizás será por eso que Jesús, al ver esta actitud de sus apóstoles se hace siervo, se hace último lavándoles los pies, oficio de esclavos.
En los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola se nos propone la "Meditación de las dos banderas" (los dos equipos podríamos decir): la de Lucifer y la de Jesús. Lucifer atrae echando redes y cadenas tentando con codicia de riquezas (no solo monetarias), para que más fácilmente vengan a vano honor del mundo y después a crecida soberbia, y de allí se induce a todos los vicios (Cf. EE Nº 142). ¿No reconocemos en esto muchas de las tentaciones que tenemos los hijos de la Iglesia? Nos encantan las riquezas y el poder (que es una forma de riqueza) aunque digamos que son para el servicio de Dios, nos encanta que nos halaguen y después nos sentimos los seres mas importantes de la tierra, el mundo gira alrededor nuestro y ¡ay de aquel que se atreva a cuestionarnos! ¡ay de aquel que intente opacar nuestro brillo personal! Por el contrario, quien quiera estar bajo la bandera de Jesús ha de aceptar su invitación a la pobreza (espiritual y hasta material), a estar dispuesto a recibir oprobios y menosprecios y a ser humilde (EE Nº 146). El cristiano que detenta el poder (sea de la naturaleza que sea) ha de ser libre frente a él, ha de estar dispuesto a servir, ha de reconocer su fragilidad y aceptar que puede equivocarse, ha de reconocer que él no es el ser mas importante de la tierra.
No cabe duda que el poder ejerce una gran fuerza seductora. El poder ya sea económico, social o político nos atraen mucho. El poder religioso también es atractivo y, en cierto modo, mas fuerte, porque aquel que se atreve a cuestionarlo puede ser acusado de cuestionar al mismo Dios. El poder, considerado como manifestación de grandeza personal, siempre será una gran tentación, incluso para los discípulos de un Dios Crucificado que se hizo solidario con los miserables de este mundo, naciendo en un establo y muriendo como un delincuente.
Quien quiera ser discípulo ha de hacerse el último como Jesús, el siervo, el amigo, el hermano. El hombre o mujer de corazón sin puertas, dispuesto a amar y servir.
Y como somos aprendices de cristianos, y reconocemos que muchas veces nos cuesta aprender esta lección, les propongo esta oración de San Ignacio de Loyola, que recibí el día de mi Confirmación, pidiéndole al Maestro que nos enseñé a ser como Él:

Señor Jesús,
enséñame a ser generoso,
a servirte como mereces,
a dar con generosidad,
a combatir sin temor a las heridas,
a trabajar sin buscar el descanso,
a entregarme sin esperar otra recompensa
que la de saber que hacemos
tu santa voluntad.

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