“Oh Virgen, Hija de Sión:
tu dolor es inmenso como el mar
¿Quién te podrá consolar?”
Te hemos acompañado, María, en la muerte de tu Hijo. Tú
estabas allí, de pie, acompañada de algunos amigos de Jesús. Y, a pesar del
gran dolor de ver morir a tu Hijo, tú estabas allí, valiente, de pie, junto a
la Cruz.
Te hemos acompañado al recibir el cadáver de tu Hijo, te
hemos visto llorar, como lo hacen todas las madres, ante el sufrimiento y la
muerte de un hijo. Te hemos acompañado, María, en el entierro de Jesús. Allí te
despides de sus restos, amortajados y sepultados rápidamente, porque comienza el
sábado y no se puede hacer ningún trabajo.
Terminado el entierro, regresamos a la casa. Pero tú no
tienes casa en Jerusalén, te vas a la casa del discípulo amado. Como nos pasa a
todos, estamos en silencio, nos sentimos solos, cansados; y allí aparecen los
recuerdos…
¿De qué te acuerdas, María? ¿Te acuerdas del ángel que te
llamó “llena de gracia”, de Isabel que te llamó “bendita entre todas las
mujeres”, del canto de “Gloria” en Belén? ¿Te acuerdas de la profecía de
Simeón, o de aquella “travesura” de Jesús que se perdió en el Templo a los 12
años? ¿Te acuerdas de la alegría de las Bodas de Caná, o de cuando llamó
dichosos a los que escuchan y cumplen la Palabra de Dios? Cuantos recuerdos,
María…
Y ahora te quedas sola. Sin el consuelo de algún
familiar, de unos padres, un esposo u otros hijos. Una propaganda de televisión
decía que cuando perdemos a nuestros padres nos llaman “huérfanos”, cuando
perdemos al esposo o a la esposa nos llaman “viudos”; pero cuando se pierde un
hijo “eso no tiene nombre”. Y esa experiencia tan terrible “que no tiene
nombre” te toca vivir a ti.
María: déjanos acompañarte en tu dolor, en tu soledad. Tú
nos has recibido como hijos al pie de la cruz, somos la “herencia” que te dejó
Jesús. Déjanos estar a tu lado, y meditar en el corazón la vida y las
enseñanzas de tu Hijo. Tú, que ya no hablas en el Evangelio, deja que en el
silencio resuenen tus últimas palabras “Hagan lo que Jesús les diga”. Déjanos,
junto a ti, esperar, en silencio, que se cumpla lo que Jesús prometió: al
tercer día resucitaré…
Foto: Imagen de Nuestra Señora de la Soledad de Lima. Tomada dehttp://cofradiadelasoledadlima.com/fotos_frameset.htm
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