lunes, 14 de abril de 2014

NOTAS PARA EL DOMINGO DE RAMOS

Con la bendición y procesión de los ramos hemos dado inicio a la Semana Santa. Son unos días muy intensos, el corazón del Año litúrgico, con celebraciones y tradiciones ricas en simbolismo. Son también días de mucho trabajo para los sacerdotes (que tienen que atender las confesiones de los fieles), para los encargados de liturgia (que tienen que hacer muchos preparativos); y también para las Cofradías y Hermandades que tienen como titulares a Cristo en su Pasión y a nuestra Madre Dolorosa.
Hemos oído en la bendición de los ramos como Jesús entra en Jerusalén aclamado por la gente sencilla que había acudido para la fiesta de la Pascua. Las palmas, en la iconografía cristiana, son el símbolo del triunfo que se obtiene después de la muerte por causa del Evangelio, de allí que los mártires son representados vestidos de blanco con palmas manchadas de sangre en las manos; el olivo simboliza la paz, y con sus ramas se coronan a los vencedores, tal como vemos en las Olimpiadas. Aclamamos a Cristo con palmas y olivos como un anticipo de su resurrección.
Pero para llegar a la resurrección, para que la vida triunfe sobre la muerte, es preciso enfrentar a la misma muerte. San Pablo, en la Carta a los Filipenses, nos recuerda como Cristo, siendo Dios, por nosotros se hace hombre, y se somete a la muerte. La Pasión que hemos escuchado, nos relata como fue esa “una muerte de cruz”: violenta, humillante, dolorosa… Una Pasión ante la cual Jesús le pide a su Padre, “a gritos y con lágrimas”, que, si es posible, le libre de esa hora difícil. Una Pasión que llega a tal grado de abandono y sufrimiento que hace al Hijo de Dios sentirse abandonado por todos, al punto de gritar, como muchos lo han hecho en las horas difíciles “¡Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?!”
Pero ese abandono y esa muerte no fueron la ni última ni la definitiva palabra de Dios. Jesús se somete a la muerte “y por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre”, nos ha dicho la carta a los Filipenses: después de enfrentarse a la muerte Jesús resucita y destruye las cadenas de la muerte. La vida vence a la muerte ¡Esta es la palabra definitiva de Dios! Y nosotros estamos llamados a esa vida con Cristo.
Celebremos esta “Semana Mayor” con espíritu de recogimiento. ¡Qué no se ahogue nuestro espíritu de oración! ¡Qué tengamos tiempo para orar y estar con Cristo, acompañándolo en su Pasión! Y que, después de haberlo acompañado en su Pasión y muerte, le acompañemos y le sigamos, también, en la gloria de la resurrección.

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