lunes, 3 de noviembre de 2008

¿TRADICION VACIA?


Hace unos días acompañaba a un amigo al hospital a averiguar el estado de salud de su pareja. Lo conocía desde que era un niño en la parroquia, y por diversas circunstancias se había convertido en “cristiano” (=evangélico). Su historia es muy común entre la gente que atraviesa por estas circunstancias: son católicos “de nombre” (no van a Misa, no se confiesan, no rezan), llevan una vida desordenada hasta que llegan a situaciones graves (vicios muy arraigados, enfermedad, muerte, problemas familiares, etc.) que les llevan al borde de la desesperación; es allí donde alguien con la Biblia en la mano les habla de Dios, los lleva a su iglesia y entonces ven una luz, dejan sus vicios, sienten que su vida cambia y todo va bien… al menos aparentemente, pero de esto hablaremos en otro momento.
Mientras íbamos en la combi rumbo al hospital Rebagliati, me preguntó si había ido a la procesión del Señor de los Milagros, yo le respondí que si, y él me salió con el refrito de los evangélicos, perdón, “cristianos” (como si los “católicos” no fuésemos “cristianos”): que porque iba, que mejor me hubiese quedado en mi casa a orar, que eso es solo una “tradición”. Yo le dije que allí iba a encontrarme con Cristo, y que más allá de la tradición (que no tiene nada de malo) está el encuentro con Cristo, de la misma manera que lo encontramos en la oración y en la Biblia.
El pasado 28 de Octubre asistía de noche a la procesión. Como muchos de nosotros, iba con mi “lista de pedidos” (ya el 19 había asistido y agradecía las gracias recibidas). Sin embargo, al ver a tanta gente (esta vez he visto mucha más gente que en años anteriores) de toda condición, llevando a sus hijos pequeños, llenando varias cuadras de las avenidas Wilson y Tacna, me olvidaba de mi “lista de pedidos” y me ponía a reflexionar: ¿Esto puede ser una tradición vacía? ¿Puede llamarse “tradición” o “costumbre” (en el peor sentido de la palabra) asistir a una procesión multitudinaria, donde nos exponemos a extraviarnos, desmayarnos, a que se nos pierda algo, a que nos empujen por acercarnos a una imagen? ¿Acaso la gente se viste de morado, adorna sus casas y calles, con cadenetas, alfombras de flores y gigantografías, solo por costumbre, para cumplir o quedar bien? ¿Quién me va a negar la emoción que sentimos al acercarnos a la imagen de Cristo crucificado; la emoción de nuestro pueblo que aplaude cuando, al sonido de la campana se eleva el anda del Señor de los Milagros? ¿Qué sentido puede tener que muchos padres de familia lleven a sus hijos pequeños a una procesión con tanta gente? (a mi me llevaron a los 4 meses de nacido y cuenta mi mamá que jalaba el cabello a la gente). ¿Por qué tantos homenajes de instituciones y personas particulares, que con guitarra y cajón le canta nuestra música criolla al Señor de los Milagros? (Les confieso que en una ocasión me dio mucha mas devoción escuchar en la procesión el vals de Mario Cavagnaro “Lima de Octubre” que el “Ave María” de Schubert o “Cómo no creer en Dios”).
Añada usted mi amable lector mas “costumbres” o “tradiciones” y verá que todo esto si tiene sentido. Y ese sentido es Jesucristo, no hay otro. El lo dijo en el Evangelio “Cuando sea elevado de la tierra atraeré a todos hacia mi” (Juan 12, 32).
Y atraídos por Jesús, nos acercamos a su imagen, nos encontramos con él. Como otros ya lo han dicho, en el Evangelio podemos encontrar a mucha gente que se empujaba por acercarse a Él y tocar aunque sea el borde de su manto para obtener una gracia (Marcos 5, 25-34).
No puede ser una costumbre vacía, hueca, sin sentido, todo esto. En octubre buscamos, de diversas maneras, encontrarnos con Jesús; ya lo escribí anteriormente. Que nuestros hermanos evangélicos se dejen de prejuicios. Así como ellos buscan al Señor en la lectura de la Biblia y en la oración, así también nosotros, CRISTIANOS CATOLICOS, buscamos al Señor en la Biblia, en el Magisterio de la Iglesia, en los Sacramentos, en la oración, en nuestras devociones al Señor de los Milagros (que es el mismo Jesús de la Biblia), a la Virgen y a los santos. Y si lo hacemos con sinceridad, con cariño, con todo el corazón, el Señor saldrá a nuestro encuentro.

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