Basílica del Santo Sepulcro Jerusalén |
La Semana Santa constituye
el corazón del Año Litúrgico. La primera celebración de la Iglesia ha sido,
desde los tiempos apostólicos, el Domingo, día del Señor Resucitado. En el
siglo II comenzaría a destacar uno al año, el Domingo de Pascua de Resurrección,
cuya fecha se calculaba tomando en cuenta la llegada de la primavera en el
hemisferio norte y la luna llena. Más adelante, en tiempos de San Ambrosio,
siglo IV, la celebración de este misterio se amplió a tres días: el Triduo
Pascual de la muerte, sepultura y resurrección del Señor y, más adelante, a la
semana completa.
Los ritos con que celebramos
los días santos no nacieron por idea de un Papa o de un Obispo, sino que provienen
de diversas tradiciones litúrgicas, principalmente de las Comunidades Cristianas
de Roma y de Jerusalén, que se fueron integrando a través del tiempo. Veamos
dos ejemplos: el Domingo anterior a la Pascua de Resurrección la Iglesia Romana
celebraba la Pasión del Señor, a la que en el siglo VIII se le añadió la
procesión de los ramos que se tenía en Jerusalén desde principios del siglo V.
El otro ejemplo es la celebración del Viernes Santo: en la Iglesia Romana se
tenía, antiguamente, una celebración de la Palabra que concluía con la Oración
de los Fieles, posteriormente se añadió la Adoración de la Cruz, rito que tuvo
su origen en la Iglesia de Jerusalén, y que es relatado por la Peregrina Egeria
en el siglo IV.
Con el tiempo estas
celebraciones han tenido algunos cambios, el más importante de todos ha sido la
anticipación, en el siglo XVI, de la Vigilia Pascual a la mañana del Sábado
Santo (de allí el nombre de “Sábado de
Gloria”), que trajo como consecuencia que la celebración de la Pascua perdiera
el valor y la importancia que tuvo en sus comienzos. La reforma de la Semana
Santa que hizo el Papa Pio XII en 1955 devolvió a la Vigilia Pascual su
carácter nocturno en la noche del Sábado al Domingo, tal como la hacemos en la
actualidad.
Cristo Románico - Siglo XI |
A los pocos años de la
conquista los migrantes españoles comenzaron a fundar Cofradías o Corporaciones
dedicados al culto de la Pasión del Señor La primera Cofradía fundada en Lima
fue la de la Vera Cruz, en 1540, por Francisco Pizarro, que poseía unos
fragmentos de la Cruz donde murió Jesús, obsequio del Papa Paulo III (hacemos
votos por su pronto regreso a la Comunión con el Arzobispado de Lima); luego en
1559 se fundará la Cofradía de la Piedad en la iglesia de la Merced; en 1571 un
grupo de sevillanos pide permiso al Cabildo de Lima para llevar en procesión a
Nuestra Señora de la Soledad la noche del Jueves Santo; y en 1593 se funda la
Hermandad o Cofradía del Señor de Burgos en San Agustín.
Podemos imaginar cómo eran
las procesiones pasionarias de Lima colonial: de noche, la ciudad sin alumbrado
eléctrico, los pasos procesionales acompañados de los “hermanos de luz” que
portaban velas, y de los penitentes o “hermanos de sangre” que recorrían las
procesiones flagelándose (no se sorprendan, era parte de la religiosidad de esa
época).
Procesión de Viernes Santo Iglesia de la Soledad |
Antigua iglesia de Desamparados |
Santo Cristo de la Agonía |
Con orgullo podemos decir
que “Las Siete Palabras” nacieron en esta ciudad de Lima, por obra de los Padres
de la Compañía de Jesús.
Las reformas borbónicas en
el siglo XVIII, los problemas económicos en España y en el Virreinato del Perú,
provocaron la decadencia de la Semana Santa limeña: ya no había dinero para
organizar las “Estaciones de Penitencia”. La Independencia y la llegada de la República,
acentuaron la decadencia de las cofradías y devociones de origen español; por
lo que el culto a Nuestra Señora de la Soledad quedó limitado a los actos
litúrgicos y devocionales en el templo.
Sin embargo, las procesiones
de Semana Santa no dejaron de realizarse en otras partes del Perú; a las
tradiciones religiosas venidas de España se le fueron integrando elementos de
la cultura andina. Mención especial merece la Semana Santa de Ayacucho, que es una
extraordinaria manifestación de fe comparable solo con Sevilla. El miedo causado
por la violencia y el terrorismo que azotaron durante años a nuestros hermanos ayacuchanos,
no hizo que ellos escondan su fe: ellos unieron sus dolores a la Cruz con la
esperanza de que un día, Jesucristo Resucitado les daría la paz, les daría la
vida.
¡La violencia y a la muerte
no destruyeron la fe de la Iglesia!
En 1989 gracias al empeño de
Monseñor Alberto Brazzini Díaz Ufano, Obispo Auxiliar de Lima, se revitalizó la
Semana Santa de esta ciudad. En 1990 Nuestra Señora de la Soledad vuelve a
recorrer el Centro Histórico de Lima, asignándose como fecha el Sábado Santo;
el año 2006 recuperó como día propio el Viernes Santo; y el año 2012 se vuelve
a hacer la Ceremonia del Descendimiento, después de más de 200 años.
Esta es la fe y la tradición
de la Iglesia y de la Familia Soleana, de la cual nos sentimos orgullosos,
porque son la expresión del cariño que le tenemos a Jesucristo y a Nuestra
Madre de la Soledad.
Les invito a escuchar "Behold the lamb of God" (Este es el Cordero de Dios) de "El Mesías" de Handel.
[i]
San Ignacio de Loyola: Ejercicios Espirituales Nº 114
[ii]
Guillermo Lohman: “La Semana Santa de Lima”. Editado por el Fondo Editorial del
Banco de Crédito
[iii]
P. Enrique Rodríguez, S.J., “Siete Palabras para Tito Otero”. Publicado en el
Anuario de la Compañía de Jesús del Perú del año 2010.
[iv]
Cf. Enrique Rodriguez S.J.: Siete Palabras para Tito Otero Publicado en el
Anuario de la Compañía de Jesús del Perú del año 2010.
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