La mañana del Jueves Santo
se celebra en la Catedral de Lima la Misa Crismal en la que el Señor Cardenal,
acompañado de sus Obispos Auxiliares y de los sacerdotes de esta Arquidiócesis
renovarán sus promesas sacerdotales y consagraran los santos oleos. Algunos
sacerdotes se quedarán en los templos para administrar el sacramento de la
Penitencia. Es impresionante ver colas de fieles esperando que un sacerdote, en
nombre de Jesús, les perdone sus pecados. En sus corazones resonará el salmo
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Miserere mei Deus
Secundum magnam misericordiam tuam.
Misericordia, Dios mío por tu bondad
Por tu inmensa compasión borra mi culpa.
Por la tarde, con la
celebración de la Cena del Señor,
recordando la institución de la Eucaristía, se iniciará el Triduo Pascual. Aquí
en la Soledad, la Misa será a las 4 de la tarde. Las campanas sonarán al canto
del “Gloria” y callarán hasta la Pascua. Como gesto de servicio que hemos de
hacer a nuestros hermanos, el sacerdote lavará los pies a doce varones.
Concluida la Comunión se
llevará el Santísimo Sacramento al Monumento, capilla donde quedará reservado
para la Comunión del Viernes Santo. Aún recuerdo la primera vez que vi el
traslado del Santísimo Sacramento el Jueves Santo de 1982 en la Parroquia de
Nuestra Señora de los Desamparados: dos filas de acólitos vestidos con albas
blancas, algunos llevando velas, uno de ellos portando el incensario humeante,
el P. Enrique Monteverde llevando el copón cubierto con el paño de hombros. No
hizo falta ninguna monición, ninguna explicación, para entender lo que veía con
los ojos y con el corazón:
Adoremos a Cristo redentor.
En mi corazón de niño se
quedó grabado ese momento y de alguna manera comenzó mi devoción por el
Santísimo Sacramento que se hizo más fuerte cuando el Primer Viernes de Julio
de 1984 acolité por primera vez en una Bendición Eucarística, ayudando con el
incensario al P. César Regueras, mientras, acompañados del sonido del órgano,
la asamblea cantaba:
Oh Cristo rey de amor,
A ti la fe nos guía,
A ti gloria y honor.
Volvamos al Jueves Santo. En
un lugar destacado de cada templo se preparará el Monumento: en la Catedral, en
la capilla de Nuestra Señora de le Evangelización, donde colocarán a los pies
del Sagrario la mitra y el báculo del Señor Cardenal; en Santo Domingo, en el
altar de los Santos Peruanos, en San Agustín, en la entrada al claustro; en la
Merced al costado izquierdo del altar mayor; en San Pedro, brilla el Sagrario
de plata sobre el fondo negro del altar de San Ignacio; en San Francisco, en el
altar mayor; y aquí en la Soledad, delante de la puerta al patio de la
Pimienta, el Sagrario dorado rodeado de candelabros de bronce y jarrones chinos
llenos de flores.
Cada templo, cada comunidad
religiosa mostrará para ese día lo mejor de sus candelabros, cortinaje,
floreros, mantelería… para mostrar la gloria de la Eucaristía, se esmerarán mas
que en otras fechas en el arte de la floristería, y el perfume de las
margaritas junto con el aroma del incienso, nos invitarán a honrar a Cristo:
Adorad postrados, este sacramento,
Cese el viejo rito, se establece el nuevo,
Dudan los sentidos y el entendimiento
Que la fe los supla con asentimiento.
Y en una interminable
procesión, miles y miles de fieles recorrerán las iglesias de este Centro
Histórico de Lima. Que impresionante es ver las calles llenas de fieles que,
movidos por la devoción o la curiosidad, visitan los templos la noche del
Jueves Santo; devoción que es encuentro, cariño, respeto por Cristo; curiosidad
que en el fondo es búsqueda de alguien que nos toque y nos llene el corazón; y
quizás, como Zaqueo, que fue a ver a Jesús por curiosidad, se produzca el
encuentro y nazca amistad que lleve a la conversión del corazón.
Con devoción acompañemos a
Jesús en esa noche, que en nuestro corazón resuenen las notas de aquel himno
gregoriano que, traducido al castellano canta:
“Ante ti me postro, Dios oculto aquí,
Que velaste el rostro bajo pan por mi…”
Para ese día en que visitamos los
Monumentos y adoramos a Cristo en la Eucaristía, les propongo las palabras que
el P. Pedro Arrupe, S.J., dirigía a los jóvenes: “Yo os diría que todo se puede resumir en ser amigos de Cristo, pero
amigos verdaderos. Él ya nos ha elegido por amigos: “Vosotros sois mis amigos”.
Ahora es necesario que nosotros le elijamos a Él como amigo nuestro, pero amigo
de verdad, como nuestro mejor amigo. Para
convertirnos a Él, para unirnos más íntimamente a Él, para identificarnos con
Él, no hay camino más recto que el que pasa por la Eucaristía”.[i]
Les invito a escuchar el Himno Ubi caritas
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