miércoles, 25 de marzo de 2015

PREGÓN DE SEMANA SANTA 6 - VIERNES SANTO

El Viernes Santo, Primer día del Triduo Pascual, es el día sagrado por antonomasia. Es el día de la Muerte de Jesús. Miles de fieles seguirán recorriendo los templos de este Centro Histórico de Lima, visitando iglesias y acompañando al Señor de los Milagros que se dirige a la Catedral para los Oficios del Viernes Santo. Al mediodía en la Basílica Catedral y en las iglesias San Pedro, San Francisco, Santo Domingo y la Merced se tendrá el Sermón de las Siete Palabras de Jesucristo en la Cruz.
Aquí en la Soledad, al igual que el Jueves Santo, es día de intenso trabajo. Miles de peregrinos que recorren los templos visitarán el Monumento, que solo estará alumbrado por una sola vela. Mientras tanto, los hermanos vamos ultimado los preparativos para los Oficios litúrgicos y la Procesión de Penitencia.
Según una antigua tradición de la Iglesia no se celebra la Misa ni el Viernes ni el Sábado Santo.
A las 3 de la tarde tendremos la Celebración de la Pasión del Señor. Después de orar en silencio, con el Sacerdote y los ministros postrados en tierra en señal de dolor, se proclamará el Cuarto Cántico del siervo de Yavé, conmovedor texto en el que la Iglesia ve retratado casi fotográficamente, la Pasión de Jesús:
Maltratado, voluntariamente se humillaba
Y no abría la boca:
Como un cordero llevado al matadero,
Como oveja ante el esquilador
Enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia se lo llevaron.
¿Quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
Por los pecados de mi pueblo lo hirieron,
Le dieron sepultura con los malvados,
Aunque no había cometido crímenes
Ni hubo engaño en su boca[i]”.
Después, la Pasión según san Juan, reservada para este día, nos narrará con una solemnidad impresionante, la muerte de Jesús, que entrega su vida sereno, en paz; que cumple hasta el final la voluntad del Padre, que muere a la hora del sacrificio del Cordero Pascual, que nos deja a su Madre: “Ecce Mater tua”.
Un momento muy especial de este celebración, lo constituye la adoración de la Cruz. Poco a poco, se irá descubriendo en el altar mayor la imagen del Cristo del Descendimiento.
Mirad el árbol de la Cruz
Donde estuvo clavada la salvación del mundo
Vean a Cristo crucificado, desnudo, ensangrentado…
Véanlo, no con la cabeza a un costado, como se ve en los crucifijos, sino con la cabeza agachada, como quien esconde su rostro. Al verlo así, recuerdo el poema “Mi Cristo roto” del P. Ramón Cue, S.J.: Jesús, en la Cruz da la cara por nosotros ante su Padre y agacha la cabeza como quien se siente culpable por nuestros pecados.
Da la cara por ti y por mí,
Por los que están en este templo y por los que están afuera,
Por los santos y por los pecadores,
Si, por esos que están embarrados con el pecado del mundo,
Los que todo el mundo conoce,
Y los que se esconden de la manera más sofisticada,
Da la cara por los pecadores públicos,
Y por los pecadores escondidos, que aparentamos ser justos y santos.
Como muchos se espantaron de él
Porque desfigurado no parecía hombre,
Ni tenía aspecto humano[ii]
Eso es lo que hace el pecado en el Hijo de Dios, y en los hijos de Dios: desfigurarnos, hacernos espantosos, destruir la imagen de Dios en nosotros.
Y eran nuestros pecados los que Él llevaba…

Nos acercaremos a “adorar” la Cruz. Valga la aclaración de que, cuando hablamos de “adoración” no nos referimos a considerar al crucifijo como si fuera Dios, sino más bien, como señala etimológicamente las palabras “ad ore”, es llevar a la boca, besar. Nos acercamos a besar a Cristo en la Cruz.
En ese momento un canto, que quizás pasa desapercibido, nos debería revolver el corazón: son los improperios que la Iglesia pone en boca de Cristo:
Pueblo mío, que te he hecho
En que te he ofendido. Respóndeme
Yo te guie cuarenta años por el desierto
Te alimenté con el maná
Te introduje en una tierra excelente.
Tú preparaste una cruz para tu salvador.
¿Qué más pude hacer por ti?
Yo te planté como viña mía
Escogida y hermosa,
Que amarga te has vuelto conmigo,
Para mi sed me diste vinagre
Con la lanza traspasaste el costado a tu Salvador[iii]

Yo te di la vida,
Te acompañé mientras crecías,
Te di tantos bienes
Salí en tu ayuda en tus dificultades…
Y tu has preparado una Cruz para tu salvador,
Me diste vinagre, en lugar de cariño,
Me traspasaste el costado, me abriste el corazón
Y me cerraste el tuyo.
Y sin embargo, te sigo queriendo como la primera vez,
Te espero aquí
Con los brazos abiertos,
Para acogerte cuando me necesites.
Y a pesar de tu pecado y tu ingratitud, no te abandonaré.
Acerquémonos a besar a Cristo puesto en Cruz. Quizás lo hagamos con vergüenza, con la cabeza gacha, con lágrimas en los ojos.
Y, al contemplar a Jesús Crucificado, hagamos un coloquio, un diálogo con Él, preguntándonos
Que hice por Cristo
Qué hago por Cristo
Que haré por Cristo
Y viéndole así, colgado en la cruz, dejar que hable el corazón.[iv]

Concluida la celebración litúrgica, hacia las 4 de la tarde, tendremos la Ceremonia del Descendimiento, según el rito que se emplea en la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, más sobrio y más solemne que el que vemos en otras partes del Perú.
Con la “vista imaginativa” nos ubicamos en el Calvario, en el momento del descendimiento de Jesús: Cofrades y Priostes desclavan y bajan de la cruz al Santísimo Cristo del Descendimiento, lo recibimos los Oblatos en las gradas del altar, lo colocamos sobre una sábana y el sacerdote lo perfuma con nardo, romero y yerbas aromáticas, para después honrarlo con incienso de Jerusalén.
Y mientras se oye el “Christus factus est” se colocará al Cristo del Descendimiento en su paso procesional, se ordenarán las filas de acólitos, manolas, nazarenos y penitentes, y comenzará la procesión penitencial más grande y solemne de esta Ciudad de Lima.

A las 5.30 p.m. saldrá de esta iglesia de la Soledad la Procesión de Penitencia, encabezado por una cruz de madera de color negro, adornada con cantoneras de plata y, en el centro, el corazón traspasado de María.
Luego, precedido por dos acólitos turiferarios, el paso del Santísimo Cristo del Descendimiento, adornado con flores y velas de color rojo.
¡Cuánto respeto nos causa la muerte!
Cristo yacente, ya no hablas, yaces destrozado,
Como tantos hermanos tuyos víctimas de la violencia, del odio que destruye vidas, de la maledicencia que destruye honras y deja postrados en el suelo.
Te acompañamos mientras recorres esta ciudad. Algunos te mirarán con curiosidad, otros se identificarán contigo y unirán su dolor al tuyo.
Cristo yacente, tócanos el corazón.
Pues hoy derrama noche el sentimiento 
por todo el cerco de la lumbre pura, 
y amortecido el sol en sombra oscura, 
da lágrimas al fuego, y voz al viento; 

pues de la muerte el negro encerramiento 
descubre con temblor la sepultura, 
y el monte, que embaraza la llanura 
del mar cercano, se divide atento,

de piedra es hombre duro, de diamante 
tu corazón, pues muerte tan severa 
no anega con tus ojos tu semblante. 

Mas no es de piedra, no; que si lo fuera, 
de lástima de ver a Dios amante, 
entre las otras piedras se rompiera.”[v]

 Después del Palio de Respeto, el Estandarte de la Cofradía, y el “Senatus”, viene el cortejo de manolas que llevando peineta alta, mantilla negra y portando un cirio, acompañan la procesión. Aún recuerdo que, cuando era niño, las damas se vestían de negro para los funerales y, años más tarde, veía a señoras de luto, velando al Santísimo Sacramento la tarde del Viernes Santo. A alguno le extrañará verlas vestidas así, porque cada vez se emplea menos. Sin embargo el color negro sigue siendo un signo elocuente de dolor entre nosotros.
A continuación viene el tramo de penitentes y nazarenos, con el rostro cubierto por un capirote negro, para no ser descubiertos, como quien se siente responsable de la muerte del Hijo de Dios, del dolor de su Madre que viene detrás de ellos. Los penitentes caminan portando una cruz en los hombros, como penitencia, haciendo suyas las palabras del Maestro: “El que quiera venirse conmigo, que tome su cruz y me siga”. Los nazarenos van portando una vela expresión de la fe que brilla en medio de la oscuridad y del dolor.
Penitente, nazareno, preséntale a Dios tu oración: la oración de quien le pide su misericordia, de quien le presenta su necesidad, de quien le da gracias por tanto bien recibido. De quien camina movido por la devoción, acompañando a Cristo y a su Madre, en un gesto silencioso, que habla y grita: “¡Escúchanos, Señor, escucha la oración de tus hijos!”
El Cuerpo de Acólitos, que porta la Cruz alta y los ciriales de plata, precede al cortejo de los Hermanos Oblatos, del Cabildo de Oficiales que acompaña al Señor Obispo Auxiliar y a los invitados de honor.
Dos acólitos turiferarios, que perfuman la calle nos anuncia que viene Nuestra Señora de la Soledad, en su imponente paso de palio.
Recorre la calle vestida de negro, su dolor es inmenso como el mar…
Lleva sobre si el dolor de la muerte de su hijo, el dolor de todas las madres y también los padres que han perdido un hijo, el dolor que no tiene nombre y que destruye el corazón.
¡No, la muerte de un hijo no se acepta!
¡La muerte del inocente no se acepta!
Y este es el dolor que sufre María, sola con su soledad…
Una inmensa capa de color negro, bordada finamente en color dorado, adorna su bendita imagen. Y sus hijos, van detrás de ella, tratando de tocar esa capa, como diciendo: ¡Madre no nos dejes, nosotros también nos sentimos solos!
Y le presentan a María su propia soledad:
-          La Soledad del que ha perdido a su familia, porque han muerto o lo han abandonado.
-          La Soledad del que esta sin trabajo,
-          La Soledad del enfermo incurable que espera la muerte, porque no tiene dinero para procurarse una mejor calidad de vida,
-          La soledad del enfermo de sida,
-          La soledad del que está en la cárcel, añorando sus días de libertad y de inocencia,
-          La soledad de quien esconde una debilidad grave,
-          La soledad del que se siente traicionado,
-          La soledad de los que se prostituyen por la calle,
-          La soledad de quien busca cualquier compañía para no sentirse abandonado,
-          La soledad de quien no tiene trabajo, ni hogar,
-          La soledad del pecador que no quiere o no puede salir de su pecado y miseria
-          La soledad de quien no tiene una madre que le proteja y le consuele.

“NO NOS DEJES,MADRE,
NO NOS DEJES SOLOS,
TU NOS COMPRENDES
TU NOS QUIERES, A PESAR DE NUESTRA MISERIA Y PECADO
TU QUE ERES MADRE ¡ESCÚCHANOS!”

Pero María también está acompañada de sus hijos que la acompañan en su soledad, y por eso la han adornado con velas, para decirle: en esta noche oscura de tu alma, te acompañamos con la luz de nuestro cariño; le han puesto jarrones de blancas flores para decirle: te damos la belleza de nuestra vida, de nuestro consuelo, de nuestra paz; le han puesto hermosa, para que sepan todos que sus hijos le quieren.
Y mientras el Cristo Yacente y Nuestra Señora de la Soledad recorren la Plaza Mayor de esta ciudad, mientras vamos rezando la Corona Dolorosa, va recibiendo el homenaje del Palacio de Gobierno, de la Municipalidad de Lima Metropolitana y del Club de la Unión. Ojalá podamos tener nuevamente, como el año 2012, ese hermoso concierto de música sacra en la Plaza Mayor de Lima, que organizaba la Asociación Romanza, que no solo eran una exhibición de arte, sino música que se hace fe y oración.
Nuestros Titulares llegan entonces a la Catedral de Lima, para la, así llamada” Carrera Oficial de la Procesión de Penitencia. Allí reciben el homenaje de los Pastores de nuestra Arquidiócesis, quienes desde el balcón del Palacio Arzobispal bendicen a todos los asistentes.
Pasada las ocho de la noche, mientras la luna llena ilumina la noche del Viernes Santo; el Cortejo Penitencial llega a la iglesia de la Soledad, donde le cantamos a Nuestra Señora la “Salve Regina”.
¡Cuántas oraciones has recogido, María! ¡Cuántas lágrimas has enjugado en esta noche!
En todos tus hijos que han caminado contigo, resuenan las palabras de Jesús, tu hijo: “Ecce mater tua”, “¡Aquí tienes a tu madre!

Les invito a escuchar "Popule meus" de Tomas Luis de Victoria


[i] Isaías 53 7-8
[ii] Isaías 52, 14
[iii] Misal Romano: Improperios del Viernes Santo
[iv] San Ignacio de Loyola. Ejercicios Espirituales Nº 53
[v] Francisco de Quevedo: En la muerte de Cristo contra la dureza del corazón del hombre.

Próxima publicación: Viernes 27 de Marzo

No hay comentarios: